Yolanda Díaz, esa gran mujer, una fuerza de la naturaleza y una montaña de sensibilidad, está desolada por lo mucho que está sufriendo la sociedad española a causa de lo que las empresas explotan a sus becarios, algo intolerable.

También está empeñada en que trabajemos menos porque así asegura ella que subirá la productividad. No para está mujer: hace cierto el viejo dicho británico: es una mujer que vive para los demás; siempre puedes distinguir a los demás por su expresión de acosados. 

Para entendernos: los impuestos no gravan ni a la clase alta ni a la baja: se ensañan con la clase media. Porque los pobres no son muchos y los ricos son aún menos

Pues bien, ahora la formación política de Yoli, Sumar, no confundir con Podemos, ha lanzado, por conducto interpuesto, la idea de un impuesto para los más ricos. Impuesto especial al canto y de ese Yoli entiende, porque Yoli es capaz de oír cómo cae un euro en la plaza de Cibeles desde la Puerta del Sol y se ha dicho: “Cuate, aquí hay tomate”. 

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Es sabido que el Gobierno progresista que rige España para bien de todos, está compuesto por un conjunto de papagayos cronificados (o papagayos sincronizados, como dijo recientemente Isabel Díaz Ayuso). Y no sólo del PSOE, sino también de Sumar. Se suele permitir que sea el presidente quien pronuncie la tontuna por primera vez -la jerarquía es la jerarquía- pero enseguida se trasmite a sus subordinados, del PSOE y de Sumar, y estos la repiten, Yoli incluida, con encomiable entusiasmo.

No hablo por hablar: la delegación española, en el aquelarre celebrado por Naciones Unidas en Sevilla, que pagamos entre todos los españoles, ya propagó la especie de establecer un impuesto para ricos, a través de la ONU. Entiéndame, la ONU es un chollo de propaganda que no sirve para nada pero parece está los cinco continentes y posee el privilegio del micrófono y de las cámaras de TV.

Además, para equilibrar las cuentas públicas, el verdadero problema, no se trata de subir impuestos privados sino de bajar el gasto público. Recuerden a Rachel Reeves

Pues eso, que Pedro Sánchez y Yolanda Díaz piden un impuesto para ultrarricos, el uno en todo el mundo, la otra en España.

Ahora bien, resulta que los impuestos no gravan ni a la clase alta ni a la baja: se ensañan con la clase media. Porque los pobres no son muchos y los ricos son aún menos. 

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Además, para equilibrar las cuentas públicas, el verdadero problema, no es subir impuestos privados sino bajar el gasto público (como va a hacer Francia, pues a Macron parece que no le salen las cuentas). Recuerden las lágrimas de Rachel Reeves, la ministra británica de Hacienda, a quien el premier Keir Starmer le pidió que equilibrara el maltrecho presupuesto británico: lo hizo pero reduciendo los gastos en lugar de aumentar los impuestos. Sus compañeros, como buenos progres -unos demagogos de mucho cuidado- de partido se le echaron encima y Rachel acabó llorando en la Cámara de los Comunes.

Volvamos a los odiados ricos. La clase media no es la más productiva de la sociedad, es la única productiva, además de la que ha formado una familia libre, porque es propietaria de algo, aunque sea de su hogar hipotecado. Pues a por ella va toda subida de impuestos. 

La clase media no es la más productiva, es la única productiva en toda la sociedad, además de la que ha formado una familia libre, porque es propietaria de algo, aunque sea de su hogar hipotecado

¿Impuesto especial para ultrarricos? Otra memez comunista. Además, ¿no se dan cuenta de que en una sociedad financieramente avanzada otro ahorro se convierte automáticamente en inversión.