Ni el mismísimo presidente de la Conferencia Episcopal española, monseñor Juan José Omella, sería capaz de decirnos cuántas eucaristías se ofrecieron el pasado sábado día 20, o el domingo 21, en España por el alma de Francisco Franco Bahamonde, fallecido el 20 de noviembre de 1975 y, sí, católico desde la cuna a la tumba.

Pero sí que lo sabe su eminencia reverendísima don Pablo Echenique, portavoz parlamentario de Podemos, el rey de las estadísticas, y lo sabe con exactitud científica: en las 21.000 parroquias que existen en España, aseguró Echenique, ese fin de semana se dedicaron 10 misas por el anterior jefe del Estado.

Ni socialistas ni podemitas creen en la Eucaristía: no aman a Dios pero odian a Franco

¡Reparen en esta maravilla, por favor! Echenique sabía cuántas misas se habían dedicado el domingo por el alma del Caudillo en toda España, parroquia por parroquia. Es más: sabía el número de parroquias que existen en España y muy probablemente el horario de toda la eucaristías que se celebran en ellas: ¿No es maravilloso? ¡Aprende, Omella!

Y claro, la conclusión resultaba inequívoca: Su tocayo, Pablo Casado, no podía alegar desconocimiento cuando acudió -¡Malditos fachas!- a una misa por Franco sin saber que era por Franco, dado que el cálculo de probabilidades -que el científico Echenique había calculado con muchos decimales- era ínfimo. No, el pérfido Pablo había rendido tributo a Pachín. Esto es lo grave.

Hay que rezar por los ricos más que por los pobres, porque las almas de los ricos corren más peligro que las de los pobres

La reacción del PP debería haber sido: ¿Y qué si ha ido a misa ofrecida por el alma de Franco? Pero no, reaccionó atacando y ahí se armó.

Una experta biblista que conozco recomienda en su cursos rezar más por los ricos que por los pobres. Su argumento resulta incontestable: sí, los ricos están en peligro de condenación mucho más que los pobres, dado que tienen que pasar por el ojo de una aguja. Por tanto, necesitan más de nuestras oraciones. Por las mismas, don Pablo Echenique debería instar a Pablo Casado, y al resto de los creyentes, a acudir a alguna de esas 10 eucaristías perpetradas en España el pasado fin de semana por el alma de Franco.

Además, si el caudillo arde en las llamas del infierno, las gracias de la eucaristía ofrecida se verterán sobre otras almas. Pero si Franco, por algún extraño enchufe, se coló en el purgatorio, está claro que necesitará de muchos más sufragios que, por ejemplo, un honesto podemita, presumiblemente arrastrado hacia el neocomunismo por la malas compañías. Pongamos don Pablo Echenique.

En cualquier caso, si no creen en el Cielo, ni en el Purgatorio, ni en el Infierno, si, en resumen, no creen en Dios, ¿por qué puñetas se escandaliza Echenique de que alguien acuda a misa sea por Franco o por el abuelo de Pablo Iglesias, que también fue franquista?

Como decía un profe alemán, ateo todo él, al pasar por alguna de las tres facultades de teología existentes en el campus en el que impartía sus doctrinas: hemos dedicado tres divisiones universitarias a algo que no existe: Dios.

El periodismo político actual consiste en repetir y amplificar las necedades de nuestros hombres públicos. Y el mejor periodista es el que repite, con más rigor, las sinsorgadas de ellos, ellas y elles

Para el PSOE y Podemos, Dios no existe pero. eso sí, les molesta sobremanera que el fascista de Pablo Casado acuda a una misa por Franco.

Por su pare, el líder del PP es igualmente divertido. Asegura que él no sabía que la misa era por Franco: ¿Y qué si lo fuera? Uno no va a misa por la intención sino por la consagración. Yo asistiría con mucho gusto a una misa por don José Stalin, si alguien la oficiara. Y debería hacerse: lo necesita más que nadie... supuesto que nuestro buen "padrecito" haya alcanzado el Purgatorio.

Insisto: la política española es muy divertida. Cada día, nuestros líderes desgranan un rosario de imbecilidades -no, no sólo Gabriel Rufián, no se crean- para alimentar la hidra mediática. Y los más imbéciles somos los periodistas de la hidra: nuestro trabajo consiste en repetir y amplificar las necedades de nuestros hombres públicos. Y el mejor periodista es el que repite, con mayor rigor, las estupideces de ellos, ellas y elles.