La familia real ante la catedral de Oviedo
La nesciencia religiosa acabará por ser ignorancia histórica… y algo molesta. El locutor de RTVE describe, tarde del jueves, la llegada de los Reyes de España a la catedral de Oviedo, en la víspera de la entrega de los Premios Princesa de Asturias, primer discurso oficial de la infanta Leonor, futura reina de España.
Nuestro cronista, el de RTVE se ha estudiado bien su papel y recuerda que en la Cámara Santa de la catedral de Oviedo está la Cruz de la Victoria y el panteón de los Reyes de la dinastía asturiana. Casualmente, se le ha olvidado la mayor joya de la Catedral de Oviedo, el santo sudario que cubrió el rostro de Cristo en su sepultura. Y sobre el cual se colocó la Sábana Santa que cubrió todo el cuerpo.
Precisamente, los estudios realizados sobre el Sudario de Oviedo y la Sábana de Turín demuestran que ambos lienzos, el pequeño y el grande, corresponden al mismo difunto… que según las investigaciones de la NASA y de la Sociedad Española de Sindonología (estudios de la Sindone, o Sábana Santa) y del Santo Sudario) sufrieron idéntica radiación y que, según los estudios de palinología -polen y esporas- demuestran que ambas telas corresponden a un entierro del siglo I, en la zona de Jerusalén.
Vamos, que la ciencia algo tiene que decir sobre la autenticidad la Sábana Santa en Italia y del Santo Sudario en España.
Pero nuestro cronista no es el culpable. El culpable es una monarquía tan, tan laica… que ha recorrido el panteón de los reyes (a la izquierda de la catedral, según se mira) y la Cámara Santa (según se mira, la derecha de la catedral), no para contemplar el Santo Sudario sino la Cruz de la Victoria… que nadie, salvo RTVE, ha dicho que levantara Don Pelayo en la Batalla de Covadonga pero que, en cualquier cosa, no deja de ser una cruz, que, para mayor malandanza fue robada y destruida por un majadero hace ahora cuarenta años. Majadero que consideró que un trozo de tela, el Sudario de Cristo, no sería adquirida, por ningún perista.
Vamos, que los Reyes de España y las infantas Leonor y Sofía apenas pisaron la Iglesia propiamente dicha y probablemente ni repararon en el Santo Sudario. Era una cuestión laica, muy laica.
Una cosa es ser una monarquía laica, ultra-laica y otra cosa es ser una monarquía que ignora lo relevante para caer en lo accesorio. A fin de cuentas, Felipe VI debería caer en la cuenta de que reina sobre una población que, a pesar de los pesares, se confiesa católica en un 70%. Y eso sí es que es democrático.
Todo esto no es más que un pequeño detalle sin mayor importancia.
¿O no?