• La ciencia: de pura a espuria.
  • El terror a la nada se ha convertido en arma arrojadiza contra el Creador.
  • El bosón de Higgs, la neurogénesis y, ahora, la vida artificial y la inteligencia artificial.
  • Todo con el mismo propósito: a ver si podemos prescindir de Dios.
  • Que no es otra cosa que el mito de Sísifo… en ciencia aproximadamente experimental.
  • Sólo con la materia no se puede negar la existencia de lo inmaterial.
  • ¿Una materia que se crea a sí misma? Ningún credo religioso me exige tanta credulidad.
Decían los clásicos que quien pretende demostrarlo todo acaba por no demostrar nada. Y me dice un famoso investigador español, por ahora no clásico, quien prefiere que no cite su nombre, que "antes la ciencia era pura, ahora se ha vuelto espuria". En pocas palabras, que la ciencia, la neutral e imparcial excelencia humana ha caído en los brazos de lo políticamente correcto. Bueno, la ciencia no, sólo el científico. Pero es que la ciencia tampoco es mucho más: ciencia sólo es aquello que hace el científico. Y ya puestos a decir, recordar que cuando a Blas Pascal le enseñaron un cartel en el que se leía: 'la ciencia no tiene ni dios ni patria', respondió. "La ciencia no, pero los científicos sí". A lo nuestro: se trata de una considerable catástrofe. La ciencia se ha vuelto espuria y el científico un saco de prejuicios. Aquello por esto, claro, porque la ciencia, insisto, no es más que aquello que hacen los que la ejercitan. En este caso, el científico. En paralelo, se ha producido una suplantación de personalidad y condición. Un científico es como un artista: él mismo se arroga tal condición y si cuela, cuela. Yo soy científico, dijo uno pero nadie le creyó. Yo soy científico, dijo otro, y todos asintieron. Y entonces fue científico. Y la ciencia se ha vuelto espuria porque en lugar de ceñirse a lo que le es propio, la materia, ha intentado el doble salto mortal: la sublime y muy poco científica contradicción de mostrar materialmente que lo inmaterial no existe. Ecuación imposible. O sea, como el viejo chiste de la Polonia comunista: "Yo no sé si Dios existe o no existe pero me asombran esos chicos del partido, tan seguros en su ateísmo que parece que ha sido Dios quien ha bajado del Cielo para comunicarle, expresamente, que no existe". Todo muy científico. Esta vez es el diario El Mundo quien se apunta a la ciencia espuria. Avance histórico: hemos inventado la vida artificial. O sea, somos dioses. Pero crear no es trasformar, ni tan siquiera cuando se trata de convertir lo inorgánico en orgánico. Crear es dar el salto desde la nada al ser. Y si hablamos de la nada, donde no hay materia, y a continuación de la existencia, entonces sólo caben dos respuestas: o la de un Dios creador, poseedor en sí misma de la existencia, o la de una materia endiosada y, sobre todo, increada. Es decir, o cristianismo o panteísmo. Y, ¿qué quieren que les diga? Si se creen lo del eterno retorno, lo de la materia creadora de vida e inteligencia que ocupa el espacio pero existe antes que el tiempo, lo de una materia que se creó a sí misma… pues allá ustedes. Yo no me lo trago. Es más ningún credo religioso me exige tanta credulidad. En cualquier caso, la obsesión continúa: se trata de convertirse en dioses, a costa de hablar de una materia infinita, que se expandió con el Big Bang aunque no sepamos de donde salieron las particular expansibles. O el Bosón de Higgs, esa partícula elemental, tan elemental que apareció de repente, nadie sabe de dónde, con la carga positiva o negativa del Big Bang. Pero con el misterio sobre su origen, como en las novelas de Agatha Christie, podemos explicar el origen de todas las cosas, podemos prescindir de Dios. Y ahora la neurogénesis, otra forma en cómo los autotitulados científicos intentan prescindir de Dios. De ahí, también la obsesión de los empíricos de profesión por la nada y la curiosa confusión entre el vacío químico y la nada. Y al final, cuando no queda otra salida, nuestro científico pasa del objeto al sujeto. ¿Que no podemos prescindir de Dios? Acudamos al proceloso mar de la duda: no niego a Dios es que no puedo abarcarlo. Es decir, dudo, ergo no concluyo… que constituye el mejor resumen de la irracionalidad científica. Si dudas, tu primera obligación es superar la duda, no revolcarte en ella. Pero eso merece otra historia. Queda para mañana. Eulogio López eulogio@hispanidad.com