Sr. Director:
Las ideologías de origen y pensamiento totalitario, marcan en sus acciones una pauta inequívoca: libertad para “hacer”, pero no libertad para “pensar”.
Celaá es una activista solapada y emboscada y va derecha a la obtención de ambos objetivos. A base de “pellizquitos de monja” -aprovechando las excepcionales circunstancias que vive España- va colocando, con prisa y sin pausa, su ley de educación.
De ahí sus continuos ataques a la enseñanza privada y a la concertada. De ahí el exabrupto ”los hijos no son de los padres”. De ahí sus intentos de uniformar los planes de estudio e implantar en ellos una sola ideología. De ahí su ataque frontal a la enseñanza especial. De ahí sus planteamientos de cara al nuevo curso, obligando a los centros privados a replantear profesorado y personal no docente, a remodelar aulas y espacios comunes, horarios y a afrontar costos imposibles de repercutir en las familias.
Todos los centros tienen su propio proyecto educativo, conocido y asumido por los padres y son esos proyectos, pergeñados al amparo de derechos irrenunciables, los que se pretende desvirtuar cuando no eliminar de golpe.
Por eso se habla de planes que proporcionen destrezas y posibilidades para insertar a los egresados, del nivel y del tipo de enseñanza que sea, en el mercado laboral, pero se orilla la capacidad de reflexión, la formación en el espíritu crítico, el interés en la búsqueda de la verdad y la defensa de la libertad entendida en su más amplia expresión.
La enorme trascendencia de los “pellizquitos” de Celaá (retorcidos, subrepticios y perpetrados a oscuras) requiere de la acción decidida de la oposición y de una lucha política e ideológica que devuelva a la familia y a la enseñanza, de cara al futuro, sus derechos más fundamentales.