Las grandes petroleras del mundo temen al coche eléctrico. No deberían temerle tanto si supieran que nadie, sobre todo las marcas de automoción, están dispuestas a echar el cuarto a espadas por un automóvil caro, en el que no se ha investigado lo suficiente en baterías, que tiene escasa autonomía, que resulta más caro y que tampoco convence a los ecologistas (las baterías contaminan, todo contamina). Bueno esto último no es importante, porque a los ecologistas no les gusta nada en ningún caso, si ustedes me entienden.

Dicho esto, parece que el coche del futuro, salvo el invento de una superbatería y un cargador asequible, el coche del futuro (del futuro próximo, el futuro lejano es un niño en las rodillas de los dioses) será un hibrido de gas y electricidad. Eso ya está en marcha y puede resultar aceptable para el mundo de los hidrocarburos y para el mundo de la automoción. Para los ecologistas no, claro está pero es que los verdes son como las solteronas: lo que les encanta es quejarse. El resto les trae sin cuidado.

El híbrido -de gas y electricidad-, el híbrido enchufable, es el coche del mañana. El de  pasada mañana nadie lo sabe. Pero a los ecologistas no les va a gustar.

Hispanidad

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