Ser la mayor empresa eléctrica de Europa, junto a la francesa EDF, se presta a equívocos. Esto es lo que ocurre con lo alemanes de E.ON, tan conocidos hoy en España por su OPA sobre Endesa.

Pues bien, un mínimo sentido de las proporciones aconseja aclarar est E.ON es la principal gasera de la UE, pero, aún así, el 50% de su producción eléctrica procede de la energía nuclear. Para ser exactos, de su división E.ON-Kernkraft, que opera en Centroeuropa, Escandinavia y Estados Unidos, principalmente.

Estamos hablando de un país como Alemania, cuya energía nuclear representa el 28% de su mercado eléctrico. Es decir, que de gasera, nada; ante todo, nuclear.

Lo que ocurre en Alemania, al igual que en todo occidente, es que la presión ecologista forzó el parón nuclear en todo el mundo libre, dominado por una clase política que siente aversión al riesgo. Hace cuatro años el canciller Schroeder prohibió la puesta en marcha de nuevos reactores nucleares y, no contento con ello, ordenó el cierre de toda central a los 32 años de vida. Algo que Bernd Güthoff, director gerente de E.ON-Kernkraft, considera que por mucho ciclo combinado y mucha energía renovable que se instale en Alemania es imposible asegurar el suministro sin la aportación de la energía nuclear.

No sólo eso. Según Güthoff, una central puede tener mucha más vida que 32 años. De hecho, en casi toda Europa, incluida España, la duración promulgada es de 40 años y, además, con tal de no abrir el melón nuclear, los gobiernos, entre ellos el español, están dispuestos a pasar de los 40 a los 60 años de vida útil. Y así, con esta obsesión de no molestar a los ecologistas y no perder el voto verde, se les estará dando la razón. En efecto, una central puede funcionar sin problemas 40 años; 60 ya es harina de otro costal.