Sr. Director:
A la vista del contenido del proyecto de ley de reproducción asistida que ha presentado el gobierno socialista, quiero manifestar mi sorpresa e indignación, en mi calidad de ser humano, y mientras una ley injusta que conciban nuestros gobernantes no me prive de la palabra.
Como es bien fácil de ver, el proyecto citado legaliza en España el que unos seres humanos puedan instrumentalizar y disponer a su voluntad de la vida de otros seres humanos, sin reconocerles a éstos ningún derecho, empezando por el derecho a la vida. Eso es lo que el citado proyecto establece, ya que con una ley como la propuesta se permitirá: clonar seres humanos para investigar con ellos; seleccionar a los embriones sanos y eliminar a los enfermos antes de nacer; fabricar niños con la finalidad de servir como material útil para un enfermo, eliminando a los que no cumplan con este criterio; generar excedentes de embriones, con la posibilidad de ser congelados -y reutilizados posteriormente con fines diversos- o destruidos, destinos ambos incompatibles con la dignidad del ser humano. Una realidad como la que posibilitará esta ley, como es fácil entender, deja chico al terrible mundo feliz de aquella obra maestra que escribiera en su día Aldus Huxley, y que entonces parecía pura ciencia-ficción.
¿Cómo justificar y defender un concepto de progreso en el que se considere como normal el instrumentalizar y acabar con la vida de los más débiles e indefensos, buscando con ello beneficios para otros seres humanos? ¿Como pretender aparecer como defensores de la dignidad de la vida humana, cuando, en contra de la evidencia biológica, se supedita el derecho a esa vida a la opinión de una mayoría legislativa? ¿Cómo aceptar la capacidad de legislar a quienes no reconocen el derecho a la vida que todo ser humano tiene, desde su concepción hasta su muerte natural?
La mal definida como Ley de Técnicas de Reproducción Asistida lo que hace es posibilitar, sin cortapisas legales mínimas, la fabricación incontrolada de embriones (biológicamente seres humanos); embriones que constituyen un material que va a generar importantes beneficios a las sociedades implicadas -algunas ya constituidas; otras, atraídas por el suculento pastel, de nueva creación-. Sociedades que, en su mayoría, estarán más interesadas en los beneficios económicos que esta ley les pueda reportar, que no en la defensa de la dignidad de la vida humana que van a instrumentalizar.
Sinceramente pienso que nuestra sociedad bien se merecería unos gobernantes con un concepto menos utilitarista de todo, incluída la vida humana. Y que no resulta un legislador muy recomendable, aquel que no es capaz de reconocer en el derecho a la vida el primer y más fundamental de los derechos humanos; aquel que no duda en afirmar que unos tienen derecho a disponer en su favor de la vida de otros.
En consecuencia con lo expuesto y en el ejercicio de mis derechos, solicito la retirada de este proyecto de ley en sus actuales términos, por ser tan contraría al respeto que se merece la vida humana, y tan despreciativa de su dignidad. Porque cada embrión, por más legislación que la legislación lo ignore, nunca dejará de ser lo que es: ¡Vida humana, un ser humano en evolución desde su concepción hasta su muerte! Y su instrumentalización y su aniquilación, con los fines que se quiera, siempre será reprobable, más que el terrorismo, más que las cárceles de Guantánamo, más que los genocidios de cualquier época y lugar... Porque en este caso se aniquila a vidas humanas que ni siquiera pueden protestar.
Jesús García Iglesias
jesgarig@uniovi.es