Un depravado sesentón adquiere un chaval y se lo trasiega a su habitación para violarle cuando lo desee. Trato especulativo que en Camboya se obtiene por menos de 400 euros. En las azuladas costas meridionales, miles de chavales ofrecen sus morfologías por 10 euros. Es la más trágica de las perturbaciones del turismo libidinoso que seduce a los pederastas hasta esta tierra arrasada por las conflagraciones y el cohecho.
En ocasiones la explotación sexual es espontánea porque muchos niños hacen cualquier cosa con tal de conseguir dinero. Otras veces hay grupos criminales envueltos, o pueden ser las propias familias las que venden a sus hijos para sobrevivir. Y también hay casos en los que los niños se organizan y se prostituyen creando sus propias redes, explica Sella Mak, coordinador de la organización camboyana Our Home.
El tráfico sexual es un destino marcado por la miseria para muchas niñas del Sudeste Asiático; bajo este lema, Anesvad viene lanzando, periódicamente, una campaña para recuperar estas pequeñas y formarlas para que accedan a un trabajo digno.
Según las Obras Misionales Pontificias, las cifras son espeluznantes: 14 millones huérfanos a causa del sida, la mitad de los 600 millones de pobres del mundo, 130 millones no acuden a la escuela, 180 millones padecen desnutrición, 250 millones sufren explotación laboral, y un millón de menores caen en las redes del comercio sexual.
Cuando hacéis con la violencia sexual derramar las primeras lágrimas a un niño, ya habéis puesto en su espíritu la ira, la tristeza, la envidia, la venganza, la hipocresía, escribió Azorín.
Clemente Ferrer Roselló
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