A una persona, a la que dije que proyectaba ir a Palencia en agosto para tomar parte en un curso de antropología teológica, de 15 días de duración, sé que le provoqué un poco de desconcierto y observé un leve gesto de conmiseración hacia mí.
Lo comprendí ya que esta zona no es el lugar, por su clima, más apropiado para elegirlo en pleno verano. Pero ha sido una experiencia inolvidable ya que, además del curso en sí mismo, he encontrado arte, historia, belleza, y unas personas entrañables en la comunidad autónoma de Castilla y León.
Es sabido que Palencia es la zona más rica de Europa en cuanto a monumentos románicos. Fue delicioso recorrer Ampudia, caserío medieval, pasar por sus calles de casas con antiquísimos soportales, ver su majestuoso castillo, la colegiata de san Miguel. No olvidaré la parada en Autilla del Pino desde donde se contemplaba, en su mirador, la amplísima llanura de la Tierra de Campos. ¿Y qué decir de Carrión de los Condes? Situado en pleno Camino de Santiago, un lugar en el que se celebraron Sínodos y sesiones de Cortes. Bellísima la iglesia de Santa María, del siglo XI, y la iglesia de Santiago, y el monasterio de san Zoilo del que su primera documentación data del siglo X.
En Cervera de Pisuerga, desde su parador, se pueden contemplar los Picos de Europa y toda la belleza de la zona del pantano. Quiero destacar a la "bella desconocida", la catedral de Palencia, edificio gótico con elementos decorativos visigodos, románicos, renacentistas, barrocos y neoclásicos. La cripta de san Antolín, patrono de la ciudad, es la parte más antigua, del siglo VII, y la última piedra de la catedral fue colocada en el siglo XX.
La historia de varios siglos desfila ante nuestros ojos. Siempre recordaré un momento musical en el pueblo de Villaumbrales, en la románica y majestuosa iglesia de san Juan. Fue un concierto de órgano, voz, flauta y gaita, organizado por la diputación de Palencia. Se intentó transmitir todo ese mundo de diversas sensaciones que posee el camino de Santiago y que invaden al peregrino. Pudimos oír cantigas de Alfonso X el Sabio, pastorales, muñeiras, música escocesa, y se culminó con el canto gregoriano de la Salve Regina a la que fuimos invitados a unirnos con nuestras voces.
Estar quince días en Palencia era la ocasión propicia para volver a contemplar la maravillosa catedral gótica de Burgos. Me volví a asombrar ante las agujas de su fachada, ante el grandioso cimborrio del crucero, la renacentista "escalera dorada", la capilla del condestable, los claustros, el patio. Al ver las tumbas del Cid y de su esposa Jimena, volví a ver desfilar siglos de historia de España. Tuve ocasión de ir al monasterio de Santa María la Real de las Huelgas, fundado por Alfonso VIII de Castilla y su esposa Leonor de Inglaterra, y que lo habitaron monjas del Cister, que continúan en la actualidad.
Sabido es que la abadesa de las Huelgas tenía una autonomía y un ámbito amplísimos, poseía poderes jurídicos en todo el territorio. En este monasterio fueron coronados varios reyes. Y tengo que mencionar, de manera especial, la catedral de León ya que era un objetivo personal conocerla y poder contemplar sus maravillosas y únicas vidrieras. Cuanta belleza, cuanto arte y cuanta fe están contenidos en esta catedral de estilo gótico-francés. Allí se puede disfrutar de una de las mayores colecciones de vidrieras medievales del mundo.
Si el arte y la belleza se admiran y elevan el ánimo, algo más grande sucede cuando se tiene la ocasión de contemplar y vivir el esplendor del ser humano. Un día viajé a Madrid y tomé contacto con la Jornada Mundial de la Juventud. No olvidaré jamás esa multitud de jóvenes pacíficos, alegres, solidarios, abiertos a la búsqueda de la Verdad, y que dieron un maravilloso ejemplo al mundo con su conducta fraterna, limpia y gozosa. En esa multitud de unos dos millones de personas no se produjo un solo caso de coma etílico, pasaron mucho calor y tenían mucha sed pero bebían agua y bebidas refrescantes, no se producían peleas ni agresiones sino que trataban de ayudar al que lo necesitaba.
Lo primero que vi fueron los quince pasos en la Castellana: arte, belleza y fe conjugados. Allí estaba muy bien representada Málaga con el Cristo de la Buena Muerte (Mena) y con el Prendimiento. Y allí estaban: Zamora, Valladolid, Sevilla, Murcia, Granada, etc. Tenía un especial interés en dirigirme al parque del Retiro. Allí contemplé todo un espectáculo, a las cuatro de la tarde, bajo un sol de justicia y un calor sofocante: colas de jóvenes esperando su turno para acceder a alguno de los doscientos confesionarios instalados en el paseo de coches. Tampoco podré olvidar nunca, la forma amable en que un chico, un voluntario, me salió al encuentro para preguntarme si quería confesar, para ayudarme a encontrar el sitio adecuado.
Y, al final de aquel paseo, encontré una gran carpa para la adoración de Jesucristo en la custodia. La organización y el orden estaban a cargo de las monjas de la Madre Teresa de Calcuta. Fue maravilloso ver a tantos jóvenes rezando en un ambiente de gran paz, silencio y devoción. Después asistí, en la zona de Cibeles, al Vía Crucis. Agradecimiento a los bomberos de Madrid cuando dirigían sus mangueras de agua hacia nosotros para paliar el calor. Entusiasmo desbordante al llegar Benedicto XVl y silencio conmovedor al considerar y rezar cada estación. Momentos de emoción y la sensación de estar viviendo algo muy especial junto a jóvenes de todo el mundo.
Y para tener bien presente: "La fe no es una teoría. Creer significa entrar en una relación personal con Jesús y vivir la amistad con Él en comunión con los demás, en la comunidad de la Iglesia." Y que "Os sentiréis yendo contra corriente en medio de una sociedad donde impera la cultura relativista que renuncia a buscar y poseer la verdad. Pero el Señor os ha enviado en este momento de la historia, lleno de grandes desafíos y oportunidades para que, gracias a vuestra fe, siga resonando por toda la tierra la Buena Nueva de Cristo." Es una pequeñísima muestra de la abundante luz que proyectó Benedicto XVI sobre todo el mundo.
Carlota Sedeño Martínez