Todavía es pronto para decir si el disidente cubano Osvaldo Payá (abajo en la imagen) ha muerto en un accidente de tráfico o ha sido asesinado por el moribundo Fidel Castro.
El caso es que Payá se enfrentó a la dictadura de Castro a lo católico: es decir, su única arma era la palabra, abogaba por una oposición pacífica y estaba dispuesto a recibir golpes antes que a golpear.
Los comunistas, desde Juan Pablo II hasta aquí, saben que ese tipo de adversario resulta el enemigo más formidable. Puedes acabar con él pero no con su obra, porque el tirano tiene toda la fuerza pero él tiene toda la fuerza moral. Sólo queda el remedio para matarlo. Cuando una persona lleva la fe en Cristo como centro de actuación política se convierte en un enemigo temible. Naturalmente, el señor Cayo Lara, un comunista en un parlamento democrático, ha tenido palabras de desprecio para Payá. Es lógico: Cayo Lara es un tirano y a los tiranos no les gustan los defensores de la libertad.
También ha fallecido en Oviedo Gregorio Peces Barba (en la imagen) padre de la Constitución española. Peces Barba era lo contrario a Payá: era una anticlerical furibundo, que perdía el 'dominus tecum' en cuanto habla de la Iglesia (la de Roma, claro está, la verdadera: las demás le importan un pimiento) y, al mismo tiempo, un centralista visceral, que había convertido la unidad de España en dogma de fe. Pero hasta esa unidad habría sacrificado -a fin de cuentas, fue abogado de etarras- con tal de 'matar a un cura', como autodefinía su actitud Umberto Eco.
Descansen en paz ambos, pero el ditirambo no oculta la verdad, esa verdad que puede callarse, sí, según y cómo, pero que nunca debe violentarse.
Eulogio López
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