Arrasó en Carolina del Norte pero perdió, aunque por la mínima, en Indiana. El poder económico sigue creyendo que Clinton es mejor contendiente frente a McCain que Obama

Barak Obama se impuso con claridad en las primarias en Carolina del Norte a Hillary R. Clinton, por un 56 frente al 42% de su rival, pero no logró hacer lo propio en Indiana, donde la ex primera dama y hoy senadora le arrebató la victoria por un 51 a 49%. Si hubiera logrado ese golpe de gracia, habría obligado a los superdelegados -es decir, a los hombres del Partido Demócrata- a pasarse a su bando. De esta forma, las espadas continúan en alto y aunque Obama aumenta su victoria sobre Clinton, de llegar así a la Convención del verano, mucho vaticinan que el aparato del partido se decidirá por Hillary Clinton, pues el poder económico y mediático considera que es mejor rival contra McCain que Obama el Rojo.

De cualquier forma, el candidato de color ha conseguido superar el bache de Pensilvania, donde parecía que toda su carrera se iba al garete, tras unas desafortunadas declaraciones donde mostró su rostro más progre. Según Obama, las poblaciones rurales norteamericanas se aferran a su religión a causa de su miseria. Ese desprecio hacia las clases bajas, en un país más religioso que Europa pero que no soporta el anticlericalismo, le costó un bajón fulminante en todas las encuestas y aumentó su imagen de prepotencia y elitismo urbano precisamente Obama, que es hijo de afroamericanos recién llegados del continente africano.

Pero no ha logrado doblarle el pulso a Hillary y para la ambiciosa senadora, el único objetivo es ganar la nominación. No tirará la toalla y esperará el apoyo final del aparato.