El objetivo fijado en el año 2000, por la Cumbre del Milenio de la ONU, pretende el descenso de dos tercios, hasta 30 muertes por cada mil personas, en 2015. La recuperación se debe a los planes masivos de prevención, entrega de mosquiteros y distribución de fármacos vitamínicos. Pero el más barato y eficaz de todos es el empleo del zinc contra la descomposición.
Según las evaluaciones de la OMS, el 37% de mortandad infantil es neonatal. El principal motivo de agonía, hasta los 5 años, son las dificultades respiratorias penetrantes, con un 17%, seguidas por descomposiciones, un 16%, que predicen 1,4 millones de fallecimientos de críos cada año. El paludismo, con el 7% emerge en cuarto lugar, otras dolencias parasitarias, con el 9%; el VIH, con un 2% es el octavo motivo de agonía.
Contra la diarrea, en chiquillos de terruños indigentes en las últimas décadas, la principal defensa ha sido la terapia de rehidratación bucal. Los saquitos de hidrato de carbono y sal para beber, licuados en agua, reparan la deshidratación que terminaría produciendo la expiración del crío. Eric Swedberg, de la ONG Save the Children juzga que las madres no ven que la terapia de rehidratación oral sea un verdadero tratamiento.
La validez del zinc contra la descomposición fue divulgada por estudiosos estadounidenses de la Johns Hopkins University, que lo ensayaron con chiquillos de Nueva Delhi. Probados los efectos, se comenzó a dispensar en otras zonas de la India, así como en Bangladesh, Pakistán y Mali.
En la Declaración de los Derechos del Niño proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 20 de noviembre de 1959 se afirma que el niño gozará de una protección especial y dispondrá de oportunidades y servicios, dispensado todo ello por la ley y por otros medios, para que pueda desarrollarse física, mental, moral, espiritual y socialmente de forma saludable y normal, así como en condiciones de libertad y dignidad.
Clemente Ferrer
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