Con respeto no, Monseñor. Respeto es poco. Con todo el afecto del mundo que usted es un sucesor de los Apóstoles.

Me refiero a sus palabras del lunes, pronunciadas en el Club Siglo XXI: "La unidad de España es un bien moral y los obispos debemos plasmarlo en una instrucción".

¿Seguro que se trata de un bien moral? Uno es partidario de la unidad de España y se siente orgulloso de ser español, pero tanto como un bien moral.

Un bien moral es la vida humana, don de Dios. Lo digo porque el acto en el que pronunció estas palabras estaba usted acompañado por el ministro del Interior, Ángel Acebes, encantado de dejarse fotografiar, en periodo electoral, a su vera. Pues bien, Monseñor, ese ministro que estaba deseando oír del secretario de la Conferencia Episcopal Española justamente eso, lo de la unidad de España, argumento electoral favorito del Partido Popular, es el mismo que envía a la policía a detener a los manifestantes pro-vida que se concentran pacíficamente ante el mayor 'abortódromo' de España, la llamada Clínica Dator.

Es el mismo que, cuando se le enseñan las fotos de la arremetida policial, afirma que ¡son mentira! (las fotos), al tiempo que promete una investigación que, obviamente, no piensa realizar.

Pero sigamos, Monseñor: ¿qué pinta la Iglesia en la batalla nacionalista? ¿Ha reparado en los cristianos nacionalistas que no consideran la unidad de España, no ya un bien moral, sino tan siquiera un bien? ¿Ha reparado en que, con esas afirmaciones, el señor Mariano Rajoy (pío y devoto donde los haya, a fé mía) se parte de risa: ya ha utilizado a la Iglesia y la ha situado donde quería. A partir de ahora, podrá escupirle en asuntos como la familia, la vida, la educación, la televisión pública, la eutanasia o lo que le venga en gana.

Monseñor: no seamos ingenuos. No meta a la Iglesia en batallas que no son suyas, donde no tiene nada que ganar y mucho que perder. Evite que la Iglesia Católica aparezca como un apéndice del Gobierno del Partido Popular, precisamente el partido con el que se han multiplicado en España los abortos y el partido que ha aprobado la píldora abortiva y con la que se han forrado violentamente los productores y distribuidores de la píldora poscoital. Ese mismo partido que promete 'uniones civiles', que no son otra cosa que matrimonios homosexuales, o que ha condenado a muerte a ¿200.000? embriones con su reforma de la ley de fecundación artificial.

Usted no es el defensor de la unidad de España (no se preocupe, España ya tiene quién la defienda y al nacionalismo excluyente le queda una generación de vida), ni necesita dramatizar el patriotismo. Eso sólo lo necesita Mariano Rajoy para ganar unas elecciones. Y por eso dramatiza, y por eso sólo le falta corear lo de España, una, grande y libre.

Y más. La Iglesia no tiene que oponerse al terrorismo vasco porque sea separatista, sino porque es terrorismo. ETA, para la Iglesia, no es un atentado contra la unidad de España, sino contra las personas que sufren su bestialidad.

Pero le diré algo más. Tanto los nacionalismos periféricos como, por reacción, un exacerbado patriotismo o nacionalismo (sí, no es lo mismo, pero no entremos en ello o se nos va la tarde) español, también resulta peligroso. No son pocos los jóvenes, Monseñor, que han dejado de creer en Dios y ya sólo creen en su nación, en su patria (cuya historia, por cierto, suelen desconocer). Pues bien Monseñor, así se forjaron el nazismo y el fascismo: con la edificación de razas y naciones.

No digo que usted esté cayendo en tan feos extremos. Ya sé que no, pero no conviene correr con mangueras a las inundaciones y con barcazas de salvamento a los incendios.

Por último, Monseñor, ¿de verdad era una urgencia acometer precisamente ese asunto, precisamente en precampaña electoral? Porque yo diría que los males de la Iglesia en la que usted ejerce el papel de primado no son esos. Los males del cristianismo español consisten, un poner, en que los curas tienen miedo a meterse en el confesionario, por lo que nadie confiesa. Los males de la Iglesia consisten en que a los laicos nos resulta difícil confesar y, en ocasiones, tenemos que hacernos la reflexión de Chesterton: El catolicismo tiene que ser la verdadera, porque si la Iglesia ha sobrevivido a la caída de todos los imperios, culturas y civilizaciones, con estos ministros que dicen tantas tonterías, no cabe duda de que Dios la sostiene.

Con aún más afecto que respeto:

Eulogio López