Repito y sostengo, persisto e insisto, que el origen de todos los males sobre manipulación de embriones humanos, verdadera carnicería, al que bien puede aplicarse el término genocidio, están en la fecundación asistida, mejor conocida por Fecundación in vitro (FIV). Incluso gente con la cabeza bien amueblada, razonable y sensata, católicos convencidos, desbarran al tratar el asunto. Y a ello, me temo, han contribuido algunas personas e instituciones muy católicas que han estado jugando con la FIV al borde de abismo, haciendo difícil lo fácil con unas justificaciones bizantinas, retorcidas como una viruta que no resistirían medio asalto en un sano ambiente cultural: por ejemplo, en un templo, en lo alto de un monte o en una taberna. Son esa instituciones que han jugado a experimentos con condones agujereados o que han entrado en el falso debate de cuándo comienza la vida, si en el momento de la concepción, o unas horas después, o, como afirma con formidable parsimonia la ministra de Sanidad española, Elena Salgado, a los 14 días de la fecundación, sin que nadie sepa por qué a los 14 y no a los 24, o a los 48.
Pero volvamos al bando, de la gente racional y sensata, en el que figura la carta que publicamos hoy, firmada por D. Antonio Fernández. Percibo en ella un error muy habitual entre esas cabezas bien amuebladas: la dicotomía, más bien esquizofrenia, entre lo natural y lo sobrenatural, y pasando de lo genérico a lo concreto, entre la FIV y la destrucción de embriones sobrantes. Y es una esquizofrenia peligrosa, porque nada más natural que lo sobrenatural. La moral no es más que la ley natural. La ley moral no hace otra cosa que adecuarse a la naturaleza humana y completarla, ofreciéndole una explicación sobe su origen y su destino. Pero lo sobrenatural es muy natural; lo divino es muy humano.
Pues bien, el firmante de la carta, don Antonio Fernández, afirma lo siguinete: ¿El problema es la FIV en sí misma? Supongamos por un momento que la ley de reproducción asistida no permitiera la congelación de embriones. Que en cada ciclo de FIV solamente pudieran concebirse dos embriones y ambos se implantaran en la mujer.
No hace falta suponerlo. De hecho, es lo que hicieron los alemanes, no con dos embriones, sino con uno. De esta manera, no hay embriones sobrantes, entre otras cosas porque todo el mundo sabe que las investigaciones con embriones humanos, que tanto promociona la progresía no han curado ni un resfriado, aunque han matado a muchas personas. La aplicación de células adultas, o de otras por ejemplo, las del cordón umbilical- no matan a nadie y sí han curado, al menos las primeras, a mucha gente, por ejemplo, han regenerado tejidos infartados.
Por cierto, olvida el remitente que para que la mujer ovule como desean las clínicas FIV se les somete a unos tratamientos hormonales sólo aptos para vacas, no para seres humanos. Pero dejemos eso.
Segunda posibilidad: implantemos en la mujer todos los óvulos fecundados, sean uno o más. Pues bien, por esa vía se ha llegado, en la mayoría de las plantas FIV a los abortos selectivos. Nadie quiere tener trillizos o quintillizos, y si el experimento sale bien (y a estos médicos de matadero no les gusta fracasar), si todos los embriones implantados se desarrollan, la mujer pedirá que se lo dejen en uno o dos: hay que matar a los demás.
Dejo a un lado otra bestialidad de las FIV, que es la fecundación heteróloga. En clínicas tan alabadas por la prensa progresista, como la Dexeus, lo que menos importa es que el padre, o la madre, sean padres biológicos. Por eso, ha surgido el mercado de los bancos de esperma y, ojo, el cada vez más floreciente de los óvulos prestados. No hay más que pasearse por la ciudad universitaria madrileña para ver octavillas donde se anima a las universitarias a donar óvulos a cambio de una compensación económica. Y así, el mundo está repletito de huérfanos biológicos, de hombres y mujeres que viven en una especie de túnel sobre su identidad genética, como aquella muchacha norteamericana, que denunció a su madre por haberle negado un padre y le llevó a los tribunales porque quería conocer a su progenitor.
Por último, de la FIV han surgido todas las barbaridades que ahora sufrimos: utilización de seres humanos como cobayas humanas a manos de científicos enloquecidos por la fama científica y por los halagos de la prensa progresista, simbiosis entre material genético humano y de otras especies animales (recordemos el proyecto Centauro, en la antigua Unión Soviética), clonación terapéutica (aún peor que la reproductiva), etc.
Todos esos males se derivan de la FIV. Frente a ellos, sólo un argumento positivo : la FIV proporciona hijos a quien no puede tenerlos. Así, el señor Fernández, explica: ¿Cuál es el problema? Lo que se está haciendo es unir artificialmente lo que no se está consiguiendo unirse naturalmente por problemas en su mayoría de enfermedad del hombre o de la mujer (deficiencia en la calidad de espermatozoides, ovulos poco maduros, trompas impermeables...) Es decir, estamos superando una enfermedad con medios clínicos. Como con un marcapasos, como si a una mujer que no ovula le das medicamentos para que lo haga.
Mire usted, el marcapasos es un instrumento mecánico, como una prótesis, Pero incluso el trasplante de un riñón no afecta a la identidad genética de la persona. El ejemplo del marcapasos recuerda al argumento más tonto que he oído en defensa del aborto : Si cada vez que se aborta se elimina una vida, la cantidad de vidas que se matan cuando un adolescente se hace una polución. Esto es lo mismo que si usted le arranca una rama a un manzano. Al dueño del árbol no le hará mucha gracia, ciertamente, pero es posible que salga usted bien librado. Ahora bien. Si le arranca al manzano las raíces y las echa al fuego, lo más seguro es que el campesino practique el tiro al blanco con su espalda. La rama vuelve a crecer, pero sin raíces un árbol muere, porque están destrozando su esencia. Y es que con el aborto, y con la FIV, no se matan vidas: lo que se matan son personas. La identidad genética es propia de las personas, no de la vida, de los entes, no de la materia orgánica.
Hasta aquí lo natural se mezcla con lo sobrenatural, como siempre. Podemos empezar a hacer distingos intentando no caer en la mencionada esquizofrenia- sobre cuestiones morales. Por ejemplo, ¿por qué condena la Iglesia la FIV? A ver muchacho, el archivo : compendio del catecismo de la Iglesia católica, pregunta 499. La inseminación y la fecundación artificiales son inmorales porque disocian la procreación del acto conyugal con el que los esposos se entregan mutuamente, instaurando así un dominio de la técnica sobre el origen y sobre el destino de la persona humana. La confusión de conceptos es tan grave en la sociedad actual que a lo mejor la frase que sigue resulta cursi, pero es cierta: Toda persona tiene derecho a ser hija del amor, de la entrega, entre hombre y mujer.
Pero la siguiente pregunta del mismo texto, número 500, redondea la cuestión. Además, hay que aclarar que el hijo es un don de Dios, el don más grande dentro del matrimonio, recuerda que no existe el derecho a tener hijos, y añade: a tener un hijo sea como sea, por la misma razón que no existe el derecho a ser millonario. Y ojo, que lo está diciendo una Iglesia acusada de no hacer otra cosa que invitar a las parejas a tener muchos hijos. Ni la maternidad ni la paternidad son experiencias, tampoco derechos, en tal caso deberes. Maravilloso deber, quizás, pero no un derecho. ¿Qué alguien no puede tener hijos? Pues que adopte.
D. Antonio termina por decir algo que seguramente suscribirán otras cabezas bien amuebladas: ¿El mal en sí mismo es la FIV? yo creo que no, el mal en sí mismo es lo que se haga a partir de ahí y cómo se trate a los embriones. Eso es lo mismo que decir: el mal en sí mismo no es el nazismo sino como trataron a los judíos desde el momento en que llegaron al poder.
Y lo malo es que temo estar en minoría, y temo que D Antonio está con la mayoría. Con la FIV y el consiguiente genocidio, está ocurriendo lo mismo que con la Humanae Vitae de Pablo VI, que condenó los anticonceptivos. Entonces ni se discutía la posibilidad de que todos los anticonceptivos (al menos todos los que hoy están en el mercado) pueden ser abortivos. No, simplemente la autodenominada mayoría elaboró el autodenominado informe de la mayoría, que fue filtrado a la prensa para presionar más a Pablo VI. En dicho informe se decía una idea originalísima- que si la Iglesia no daba luz verde a la píldora, las parejas casadas se alejarían de ella. Los relativistas es decir los progres, y más si son clericales, siempre utilizan el mismo sofisma: haz esto no porque sea bueno o cierto, sino porque de otra forma, no sobrevivirás al cambio de los tiempos. Luego resulta que el crítico muere y la Iglesia sobrevive, pero la amenaza resulta castrante para las mentes débiles
No sólo eso : como hoy ocurre con la FIV, durante el trienio de preparación de la encíclica -1966-68-, se oyeron argumentos morales retorcidos como una viruta. Por ejemplo : el memorandum de la mayoría advertía que la moral conyugal debe medirse por la totalidad de la vida matrimonial. En otras palabras, que no necesariamente todos los actos sexuales deberían ir encaminados a la procreación (de hecho, es imposible que todos se encaminen a ese fin pro razones naturales). Asomaban ya las maravillosas escuelas del consecuencialismo, finalsimo, y otras majadearías. Asomaba, por ejemplo, esa maravilla de la opción fundamental, que alguien definió de la siguiente guisa: si su opción fundamental en el matrimonio es ser fiel a su mujer, no pasa nada, somos humanos, porque le ponga los cuernos de vez en cuando. No es pecado, sino pura debilidad que no afecta a la opción fundamental.
Pablo VI no cayó en la trampa, y condenó la contracepción y aplaudió la generosa apertura a la vida. Pues bien, Pablo VI fue criticado por la progresía, pero sobre todo por la progresía clerical, que es la más puñetera.
Con la FIV está ocurriendo algo similar. Entre esos católicos que no soportan la tensión perramente con el mundo, sin darse cuenta de que la Iglesia siempre estará en batalla con el mundo. Y si no lo está, es que alguien se ha pasado al enemigo.
Porque, en cualquier caso, ¿quien ha dicho que se deba vivir al borde precipicio? ¿Quién ha dicho que la moral consiste en estar en el límite de lo posible? La moral es positiva: su principal preocupación es el bien, no evitar el mal.
Sí, la FIV está en el origen del actual desprecio, no por la vida, sino por la persona. Es un verdadero cáncer para la humanidad.
Eulogio López