Las presiones de la vieja guardia felipista del PSOE han provocado un vuelco en la actitud del presidente del Gobierno, Rodríguez Zapatero. En la mañana del lunes 3, Zapatero afirmó que el plan Ibarreche no va a prosperar. El presidente del Gobierno, en la actitud más firme que se le recuerda frente al nacionalismo vasco desde que accedió a La Moncloa, ha declarado que cabe todo y que puede dialogar de todo, dentro de la Constitución. Fuera de la Constitución, nada.
Zapatero afirma que mantendrá su política de palabra y diálogo y que recibirá al presidente vasco Ibarreche. Eso sí, antes del diálogo ya ha anticipado que el plan del lehendakari está condenado al fracaso.
No es la aprobación del proyecto por el Pleno del Parlamento vaco lo que ha hecho cambiar de opinión al presidente. Su segunda, la vicepresidenta primera del Gobierno, Teresa Fernández de la Vega, había aludido, el pasado jueves, tras le último Consejo de Ministros, a que no veía la unidad de España en peligro y había atacado fuertemente al PP por su actitud. No, han sido las presiones internas de la vieja guardia felipista, dispuesta incluso a provocar una crisis interna en el PSOE si Zapatero continúa jugando con la unidad del país, precisamente aprovechando los cambios constitucionales que muy probablemente provocarán una convocatoria electoral.
En el entretanto el PP exige hechos y no palabras, es decir, un recurso de inconstitucionalidad contra el Plan Ibarreche.