Germinó después de 24 semanas de embarazo y con 600 gramos de peso. La diminuta Rachael tenía pocas posibilidades de sobrevivir.

Los doctores que la atendían, ni siquiera pelearon. No se propusieron reavivarla, le quedaban unos minutos de existencia. Pero un pechugón, el de su mamá, fue el mejor renacimiento. Rachael hipó, sollozó y combatió. Hoy es una criatura robusta. Fue mi primer abrazo el que le salvó la vida y estoy muy contenta de haber confiado en mi instinto maternal, aseveró Carolyn Isbister.

El médico de la policlínica, donde germinó Rachael, Ian Laing, aseguró que: Todos los signos indicaban que la pequeña no lograría sobrevivir, y tomamos la decisión de permitirle a la madre ese abrazo, era todo lo que podíamos hacer. Dos horas después estaba llorando. Era un bebé milagro, no he visto nada así en mis 27 años de trabajo. No tengo la menor duda de que el amor de esa madre salvó a su hija.

La historia de Rachael es una historia de amor. La ternura de una madre que, cuando los facultativos, se sintieron incapaces de reanimar al bebé. No quería que muriera con tanto frío y la puse sobre mi piel para calentarla, ¡sus pies estaban tan fríos! Era el único abrazo que le podría dar, así que quería recordar el momento, explicó Carolyn.

La temperatura de la mamá hizo que el corazón de Rachael comenzara a funcionar, lo que le permitió aspirar un poco de aire por sí misma. El sacerdote de la clínica estaba presente, cuidando a Rachael en sus últimos minutos de existencia. A los cuatro meses del parto, la chiquilla pesa casi cuatro kilos. Es un milagro que esté entre nosotros. (Fuente: Semanario Alba).

La vida es una sonrisa; el amor es un rayo fecundo, afirmó Gabriele DAnnuncio.

Clemente Ferrer Roselló

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