El bueno de José María Calleja, de profesión sus manías anticlericales, se vio muy frustrado la otra noche, cuando entrevistó en CNN a una víctima de los abusos sexuales de la fundación de la Legión. Calleja estaba empeñado el es así- en la apostasía del sujeto, pero éste, seguramente de tendencias fascistoides, le salió rana. A la pregunta de si había perdido la fé, el aludido, sin el menor asomo de odio, respondió: No, ahora creo más que nunca. Los servicios de producción de CNN deberían cuidar más estas cosas.

Pero es cierto que la Iglesia se enfrenta a un muy serio problema. La pedofilia, degeneración derivada de la otra degeneración, la homosexual, produce afortunadamente- un rechazo visceral en la gente, especialmente si el verdugo es un sacerdote. Y esto, aunque hablemos de excepciones.

Pues bien, Benedicto XVI ha ordenado a obispo y órdenes religiosas que colaboren con las autoridades civiles y que incluso denuncien como acaba de ocurrir con un carmelita descalzo en Castellón- a la autoridad civil a los clérigos pedófilos.

La decisión no puede ser más radical. En principio, poniendo a los clérigos ante los tribunales civiles se falta a la caridad con el hermano, se confunde a los fieles y se desarma a la Iglesia ante los infieles, especialmente la caterva de cabritos dedicados a golpear a la Iglesia.

De hecho, una de las campañas más actuales consiste en oponer a Benedicto XVI, que ahora es el bueno -cosas veredes, Sancho- a su predecesor, Juan Pablo II, que no dio ese paso porque creyó que la mano dura con los clérigos pederastas, sus continuas admoniciones y los castigos internos y el apoyo a las víctimas bastarían para enderezar el repugnante camino seguido por algunos. Es igual; ahora los críticos se ceban con ese paladín del Cristianismo que fue Karol Wojtyla y los mismos que calificaban de Nazi al Papa Ratzinger se me ocurren  un centenar de cretinos famosos o de famosos cretinos- le han convertido ahora en el menos malo. Y cuando oigo a los vaticanólogos cantar las excelencias de Benedicto XVI me da la impresión de que lo que realmente pretenden no es alabar a Benedicto XVI sino golpear a Juan Pablo II. De la misma forma que se inventaron la odiosa farsa de Pío XII el Papa nazi, precisamente porque fue el Papa antinazi, asimismo Juan Pablo II sería el Papa que alentó la pederastia No hay calumnia más creíble que aquélla que acusa a lo blanco de negro y a lo negro de blanco.

Y más, la decisión de Benedicto XVI siembra desconfianza entre los fieles y posibilita las acusaciones falsas que las hay, y a miles.

Y todo esto, justo en el momento en que el Nuevo Orden Mundial (NOM), es decir, el mundo (no el Mundo de Pedro J. Ramírez, no exactamente) lanza su ataque, que él cree definitivo, contra la Iglesia: se trata de situar a la Iglesia ante el banquillo, con el llamado derecho internacional en la mano. Se trata de condenar al cristianismo, sea bajo la acusación de homofobia o, directamente, por genocidio (Garzón por ejemplo, con su jurisprudencia creativa, te convierte los casos de pederastia clerical en genocidio papal en un abrir y cerrar de ojos).

Con todo, los católicos no podemos conformarnos con el mero acatamiento de la doctrina de Benedicto XVI. Insisto: el Papa siempre tiene razón y si ha optado por la cirugía, y sin anestesia, es que la cirugía sin anestesia es lo más conveniente. Yo, por ejemplo, no lo hubiera hecho, pero lo que yo opine importa un comino: ahora soy un firme partidario de la guía de Benedicto XVI que comporta otras muchas cosas, aparte de la denuncia y colaboración ante los tribunales civiles en los que nunca ha he creído- por tanto, hay que denunciar a los clérigos pederastas ante los tribunales civiles.

Mi única duda es como deslindar la pedofilia del caldo homosexual de donde ha surgido. A la hora de denunciar, digo

Ha sido la gran decisión de Benedicto XV: hay que acatarla, secundarla y aplaudirla. Obediencia con colaboración, compromiso y afecto al Superior, al Papa.

Por lo demás: Ven, Señor, no tardes.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com