La "asamblea de los justos" ha recibido este caluroso 25 de junio a uno de los juristas hispanos más importantes del siglo XX, Juan Berchmans Vallet de Goytisolo.
Ha fallecido a los 94 años de edad, tras una vida dedicada al arte de la justicia en sus más de 40 años de ejercicio como notario, pero, sobre todo, destacará por su labor académica, pues, es uno de los académicos de número con más antigüedad en la historia de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación. Sin embargo, si hoy escribo estas líneas no es por sus más que merecidos méritos profesionales ni por sus laureadas obras jurídicas, que han sido fuente de información para todos nosotros, los juristas. Si hoy escribo, es por fidelidad -pues la fidelidad es a la personas lo que la lealtad a las causas -y devoción a Juan Berchmans, quien desde el primer día me hizo fiduciario de su amistad y ciencia, presentes virtuosos con los que quiso me pertrechara para el desarrollo de mi carrera académica.
Él ha sido inspiración constante desde aquel febrero de 2006 en el que tuve la suerte de conocerle en su despacho de la calle Ramón y Cajal. Él ha sido baluarte de sabiduría en el escenario de la jurisprudencia española de nuestro siglo, pero lo que quizás se desconozca es su carácter afable y humilde, su permanente disponibilidad al diálogo y la alegría que derrochaba en las visitas de sus amigos.
Dos cualidades o dones de nuestro ilustre académico me gustaría resaltar: la humildad que ha demostrado en una vida dedicada a la ciencia jurídica, ámbito donde la "auctoritas" a menudo se confunde con la vanidad. Él ha sido vivo ejemplo de "auctoritas" reconocida lo que le llevaría al liderazgo de la Academia, liderazgo merecido para quien con su pluma iluminó el "seny natural" y la "bona rahó" de los juristas, muchas veces empecinados en automatizar su función social.
La segunda virtud que querría señalar es su bonhomía, esto es, en Juan Berchamns las bondades de su carácter son paralelas a su conducta y es sabido, en aquellos que le conocimos, que Juan siempre fue leal en su comportamiento a las ideas y convicciones adquiridas en su búsqueda de la verdad, labor última y primera de quien decide entregar su vida a la filosofía. Por todo ello, es Juan Berchmans Vallet de Goytisolo ejemplo de coherencia y rectitud, pero también de afabilidad, sencillez y honradez.
Juan es testimonio de fe desde la mente clara del filósofo. Juan es modelo del hombre que persigue la sabiduría, de quien no se cree poseedor de la verdad pero incansablemente se embarca en su búsqueda una y otra vez, como prueba que aún a sus 94 años sumara su voz y lecturas a las actividades de la Real Academia.
Gracias a su infatigable vocación y dedicación al conocimiento hoy podemos afirmar: "ha muerto el hombre, perviven sus obras". Juan Vallet continuará entre nosotros gracias a la permanencia generacional de su familia y la inmortalidad de sus palabras, más aún, creo que allá, en la gracia de Dios, se le reconocerá al justo su lugar en la asamblea, para que el "eximio jurisconsulto" continué su labor de garante y artífice de la justicia.
Finalmente, deseo cerrar este recuerdo al hombre y al amigo, con los últimos fragmentos del Salmo XCI: "…14. Plantados los justos en la Casa del Señor, en los atrios de la Casa de nuestro Dios florecerán y se harán frondosos/ 15. Y aún en su lozana vejez se multiplicarán; y se hallarán con vigor y robustez,/ 16. para predicar que el Señor Dios nuestro es justo, y que no hay en él ni sombra de iniquidad/".
Adolfo Sánchez