España es un país en venta. Se venden eléctricas, telecos, inmobiliarias, alimentación, distribución… un país de rentistas donde todo el mundo que ha tenido éxito en una compañía sólo piensa en deshacerse de ella para venderla.
Una pregunta: ¿Por qué se vende Iberia? La compañía no tenía problemas, y sí tenía buena posición en el mercado y nichos donde crecer y seguir creando puestos de trabajo y, cómo no, valor para el accionista. Es más, sus cifras apuntaban a que lo que debía hacer era comprar. Ahora mismo, ya ni se sabe quién propuso la venta.
Y hemos vendido Altadis, a Imperial Tobacco, prácticamente a una igual, que se ha lanzado al endeudamiento para evitar ser devorada por BAT.
De Altadis puede decirse lo mismo que de Iberia: ¿Por qué? Era Imperial quien necesitaba comprar, pero Altadis no tenía necesidad alguna de vender.
Como recordaba mi admirado Cristóbal Montoro, España está forzada a ser un país de pymes. Y no es que me moleste no. De hecho, el verdadero dilema económico y político es la batalla entre lo grande y lo pequeño, no entre lo público y lo privado. Ojalá no existieran multinacionales, sino micropymes, porque esa sería la señal evidente de que la propiedad privada estaría convenientemente repartida. El sistema económico ideal es precisamente ese: que la propiedad privada esté bien repartida, que es tanto como decir que el poder está muy repartido y, por ende, los ciudadanos son más libres.
Ahora bien, no hay que confundir un país de pymes con un país de franquicias y de filiales, es decir, un país donde las decisiones de inversión, y de despidos, se toman a mucho cientos de kilómetros, sin que los trabajadores y clientes afectados tengan voz ni voto. La noticia que publicábamos ayer sobre Nike e Indonesia –que apenas ha tenido repercusión en la prensa española, lo que no deja de resultar harto significativo- viene al pelo. Con criterios clásicos de medición, podríamos decir que Nike es una mediana empresa. No tiene factorías, a pesar de que abandera decenas de millones e artículos: todos son franquicias. Nike es una marca, y como tal intangible no se compromete con nadie, sobre todo, no se compromete con plantilla alguna, salvo con sus millonarios directivos. Por eso puede permitirse el lujo de marcharse de Indonesia y dejar a 14.000 trabajadores en la calle.
Un país de pymes no está mal. Pero un país cuyo tejido industrial está formado por filiales de multinacionales tipo Nike es un suicidio.
Eulogio López