Al parecer mi enorme minucia, más minucia que enorme, del pasado viernes ha provocado un pequeño terremoto internetero. Digamos que los hay que no entienden muy bien por qué me empeño en que este es el momento de acabar con el Partido Popular. Pus muy sencillo : porque el PP no es la solución es el problema. El Partido Popular lleva 10 años aguando el voto no ya católico, sino el de muchos no cristianos o agnósticos partidarios del sentido común y de una serie de principios valores, que le dicen- a los que no están dispuestos a renunciar. Es por el PP por lo que no se ha logrado articular una opción política que pueda votarse sin taparse la nariz, sin sentirse incómodo, sin recurrir al mal menor sino al bien posible. Me gustaría saber cuántos votantes del Partido Popular en 2004 aunque se trató de una elecciones muy especiales, no introdujeron sus papeleta para evitar que viniera algo peor es decir, el PSOE.
No, intentar la disolución del Partido Popular de Mariano Rajoy no es una locura ni supone entregar el país a la izquierda y los nacionalistas. De todos aquellos que preguntan: Sí, de acuerdo, el PP es un desastre me tiene harto, pero ¿a quién voto? estoy convencido de que, aunque el Partido Popular cayera como la UCD en 1982, de golpe y porrazo, hasta su práctica desaparición, no por ello votarían al PSOE. No nos engañemos. En España y en casi todo Occidente- el voto está decidido de antemano. 1 millón de votos decide el resultado de las elecciones con su voto variable, y la mayoría de ellos no elige entre izquierda y derecha sino entre acudir votar o quedarse en casa. Así ocurrió el 14 de marzo de 2004, cundo el pueblo fastidió a todas las casas de encuestas porque la masacre del 11-M hizo que muchos candidatos a la abstención fueran a votar, y votaron PSOE. Lamentable síndrome de Estocolmo, lo sé, pero así es.
No, no votar al PP no es destrozar esos principios, sino reconstruirlos, que falta hace. Porque el hundimiento del PP dejaría un vacío que sería rellenado por el elector que ha superado el posibilismo y cree en algo. De hecho, no estaría de más que una serie de pequeños partidos lanzaran conjuntamente esos principios, en una especie de manifiesto sobre una serie de mínimos que sirvieran como banderín de enganche a los que están hartos del voto útil Esos principios podrían resumirse en diez:
1. El derecho a la vida desde la concepción hasta la muerte natural. Sin ese principio inviolable, no hay manera de construir un régimen de libertades.
2. Salario Maternal. Protección de la familia natural, formada por hombre y mujer. En este punto, debería englobarse el salario maternal, la gran reivindicación social del siglo XXI, marcada por un Occidente viejo y egoísta. Toda mujer que tenga un hijo, la mayor contribución a la sociedad, debe tener derecho a un salario público, al menos durante el periodo de crianza. Esa prestación simplemente le daría la vuelta a todo el Estado del Bienestar, a las finanzas públicas y al modelo económico.
3. Cheque escolar. Y supresión de la educación obligatoria. Sí, ambos vectores están relacionados. Hay que recuperar la libertad de enseñanza.
4. Libertad religiosa y derecho a la objeción de conciencia por motivosde conciencia. La objeción y la libertad religiosa son, probablemente, el derecho que más ha sufrido en los últimos 25 años. En este sentido estamos en regresión.
5. Fronteras abierta a todos los factores de producción o, por el contrario, cerradas a todos: capital, bienes y servicios. ¡y a las personas! En el mundo de las unidades supranacionales, la única globalización posible es la que se realiza a golpe de todos o ninguno.
6. Participación del ciudadano en el reparto de impuestos. Hoy en día, el Estado se ha convertido en el mayor enemigo de la propiedad privada, otro derecho inalienable.
7. Salario mínimo internacional. Dicho de otra forma, condiciones mínimas de trabajo como requisito principal para participar de las ventajas de un mundo abierto.
8. Libre circulación de la información, a través de Internet. Reparto no político del espectro radioeléctrico y telefónico.
9. Listas abiertas. La partitocracia ha convertido el sistema democrático en un oligopolio de partidos, que se niegan a renovar e impiden la entrada renovadora- de nuevas fuerzas políticas.
10. Elección popular de los jueces, al menos en parte de sus estamentos.
Incluso me conformo con los cinco primeros.
La caída del PP no es mala: es lo mejor que podía ocurrirnos.
Eulogio López