Los males de la Iglesia nunca están fuera, porque el Cuerpo Místico, por serlo de Cristo, es invencible. De ahí la famosa pintada, no sé si real o imaginaria, que rezaba así: "Dios ha muerto", firmado: Nietzsche; y debajo: "Nietzsche ha muerto", firmado: "God". Ninguna institución política, militar o cultural, ha sobrevivido a la Iglesia católica, y la mayoría de ellas, en su momento histórico, como en la actualidad, semejaban estar a punto de tumbar a la obra de Cristo.

No, los verdaderos peligros para la Iglesia siempre están dentro. La razón es sencilla y figura en la Biblia: "Si le fallas, Él no te fallará, si le niegas, Él te negará". Dios perdona todo menos la negación. Es lo que el Evangelio llama la blasfemia contra el Espíritu Santo. Blasfema contra el Espíritu aquel que niega el poder de Dios, el amor de Dios o ambas cosas a la vez. La soberbia –que no es un pecado, sino la forma de todo pecado- no reconoce el poder de Dios para perdonar porque el hombre niega el pecado, la desesperación, niega la misericordia de Dios, es decir, su amor. En ambos casos, no es que Dios no perdone el pecado, es que el hombre no se arrepiente de ello.

Todo el problema del hombre actual es no comprender que Dios no puede seducir, debe conformarse con cortejar, respetando la libertad del hombre para amarle u odiarle. Para la Iglesia, es mucho más peligroso el hereje o el cismático que el ateo.

Dicho esto, les pido que lean el presente artículo del inefable Mosén Manel, un hombre premiado por la prensa progre y por el progre Gobierno catalán de Montilla, lo cual ya debería hacerse sospechar muchas cosas. Don Manel se enorgullece de utilizar el dinero del cepillo para financiar abortos y habla del catolicismo en tercera persona.

Así que, en mi opinión, el arzobispo de Barcelona, Monseñor Sistach, debería proceder a arrearle una liberadora bofetada a nuestro mosén, que seguramente sería calificada por todos como una santa bofetada, propia del espíritu del Vaticano II. Porque nuestro mosén no tiene malas ideas, pero las posee confusas y muy arraigadas. Sin duda, una bofetada contribuiría a situar cada idea en su lugar, el aborto aquí, la liberación allá, la pastoral con los presos acullá. Una maravilla, oiga.

Claro que a lo mejor es por esto por lo que no me han hecho obispo. Porque el enemigo está dentro... como siempre.

Eulogio López