La democracia es el peor de todos los sistemas políticos posibles... una vez suprimidos todos los demás. Y el secreto de su éxito consiste en lo que podríamos denominar un doble juicio: el Gobierno manda, pero necesita el juicio del Parlamento para seguir mandando, los jueces son omnipotentes, pero tiene que tener en cuenta, si no la letra, al menos el espíritu de la ley que inician los gobiernos y culminan los parlamentos. Siempre el doble juicio. De esa forma, si la primera autoridad es injusta con uno siempre queda el recurso a la segunda. No confundir jugadores, con jueces: nada más peligroso que el Gobierno de los jueces, que tienden a justificar la ley, sea esta justa o injusta, que en eso no entran.
Y el espíritu democrático también es el doble juicio hasta en aspectos tan cotidianos como el comercio: si te estafan siempre tendrás la protección del consumidor, o una asociación, que te defienda.
La actividad de los poderosos consiste en conculcar el sistema del doble juicio o doble autoridad, esto es, en conculcar la democracia. Por ejemplo, el señor Sarkozy pretende que el Gobierno, no los tribunales, se quien decida cuándo a un particular se le deja sin Internet por piratear, es decir, por atentar contra la propiedad intelectual.
Los atentados de propiedad intelectual quitan dinero, pero la media con la que le combaten quita libertad. Además, si quería dinero debe ser castigada con dinero, no con la privación de un derecho. De un derecho fundamental, además.
Lo que ocurre es que vivimos en la subversión del derecho, signo de esta época decadente. De la misma forma que nos cagamos el derecho a la vida enorme de los derechos reproductivos, también nos cargamos el derecho a la libertad de expresión en nombre del derecho a la propiedad intelectual. Vamos bien.
Digo, que si alguien piratea no se le debe negar el acceso a Internet, es decir, privarle de su derecho a recibir y enviar información, de su libertad de expresión, sino sancionarle. Lo que está propalando Sarkozy, gobernante democrático, se llama dictadura.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com