Entre la ética y la esperanza. Así resumió Alfredo Urdaci, la voz del centro-reformismo aznariano, director de Informativos de la televisión pública, la mamarrachada de los científicos coreanos que han producido, precisamente producido, 30 embriones humanos para ser troceados y utilizados como cobayas de laboratorio.
El reportaje se presentaba con aires de exquisita objetividad: por un lado, los pesaditos defensores de los "reparos morales"; de otro, los PC, los prestigiosos científicos, sacrificados héroes de la nueva humanidad dispuestos a curar la diabetes, el alzheimer, los infartos y hasta el mal de ojo.
Allí estaban Montse Boada (Dexeus SA), Bernat Soria (subvenciones Junta de Andalucía SL) y, cómo no, Marcelo Palacios, el presidente del así llamado Comité Internacional de Bioética (lo de internacional le da un cierto empaque, aunque nadie sabe de otro socio más que el señor presidente del "aquelarre"), un personaje que, seguramente debido a algún trauma infantil, odia a todos los embriones humanos. Algunos sospechamos que Palacios es marciano, o que se trata de un fenómeno que no atravesó su fase embrionaria: don Marcelo nació adulto y barbado.
Entra la ética y la esperanza, dijo la tele, aunque no se refería, seguro a la esperanza de los pre-nacidos. Hasta ahora, Bernat Soria sólo solicitaba para su abnegado trabajo, en beneficio de la ciencia, los embriones sobrantes ("excedentes", en la terminología centro-reformista) de la fecundación 'in vitro'. Pero ahora, fíjense ustedes qué cosa, tampoco les hace ascos a la fabricación de embriones para su posterior troceamiento. A fin de cuentas, según sus propias y encantadoras palabras, "es como devolverle sus células". Los científicos coreanos que han perpetrado esta sublime estupidez afirman que con la clonación no hay rechazo, dado que se utiliza el mismo ADN. No está mal esto de fabricar un ser humano y matarlo para curar a otro ser humano.
Al final toda la campaña de la cultura de la muerte consiste en la insistente manipulación semántica: calificar como "conjunto de células" a lo que es un embrión, la viejísima cosificación de las personas. La verdad es que hasta el mismísimo Bernat Soria es un conjunto de células, pero dudo que le gustara que le cortaran en pedazos, aunque fuera con un fin tan noble como el de curar la diabetes (por cierto, por el momento no se ha curado ni una sola enfermedad con la utilización de células embrionarias, y sí con la muy ética utilización de células adultas). Porque hablando de conjunto de células, y de las "extraordinarias" capacidades terapéuticas (por el momento ninguna) de las células embrionarias, se evita, como evitó el amigo Urdaci, el portavoz del aznarismo, decir una de las pocas cosas que la ciencia sí sabe acerca de los embriones y del comienzo de la vida: que donde hay genoma humano hay ser humano, hay identidad genética diferenciada, hay una persona. Y esto no es algo opinable, es una realidad científica.
Mientras tanto, todos los corifeos de la nueva barbarie se apuntan al ditidambo. Por ejemplo, el diario El Mundo (el estilo es el hombre) titula a toda plana: "La primera clonación acreditada de embriones humanos abre una nueva era para la ciencia". Seguramente así recibían los alemanes rencorosos a Adolf Hitler, el hombre que les devolvía su orgullo y, de paso, su barbarie. El Mundo está dispuesto a convertir en héroes a Shin-Yong Moon y Woo Suk Hwang, una especie de Alarico y Atila, jaleados por una humanidad enferma de desesperación.
Por cierto, habrá que insistir que el debate entre la clonación terapéutica (la buena) y la reproductiva (la perversa) es falso. La clonación terapéutica, o fabricación de seres para su posterior exterminio, es mucho peor que la clonación reproductiva, que pretende crear seres sin progenitores. La clonación reproductiva sólo termina con la vida sexual (a pesar del buen funcionamiento que lleva demostrando desde el comienzo de la humanidad), pero la terapéutica es un puro asesinato programado. Naturalmente, lo mejor es abstenerse de ambas, pero la aclaración resulta pertinente para mostrar el cinismo y la estafa a la que nos someten los PC, o prestigiosos científicos, los nuevos bárbaros de bata blanca.
¿A que no saben cuál va a ser la próxima moda de los millonarios? Pues tener siempre un clon preparado, por si sufrieran alguna enfermedad o por si les da por desheredar a sus vástagos. A fin de cuentas, producir un clon resulta mucho más sencillo que educar a un hijo. Ya saben que el objetivo más preciado de los ricos del planeta se resumen en el ya viejo epigrama: sexo sin concepción y concepción sin sexo.
Y en España toda esta fritanga se cocinaba en el telediario de José María Aznar, segunda edición, el jueves 12. El viernes 13, a primera hora de la mañana, en la misma cadena, la más vista de España, la cosa había empeorado. Entonces ya no había reparos técnicos, sino "considerables avances científicos", lo que significaba que "ya estamos más cerca de poder curar enfermedades como el parkinson, el alzheimer y la diabetes" (sic). Es todo mentira, naturalmente, pero, aunque fuera verdad, hay que ser muy irracional, es decir, muy progresista, para pagar el precio de la vida en aras de la salud, que es una de las cosas buenas de la vida, pero sólo una. Y hay que ser muy cafre y muy ignorante para llamar a un embrión "conjunto de células", sólo porque su apariencia visible no es humana... todavía. Pero los bustos parlantes del centro-reformismo dan para esto y para mucho más.
La verdad es que de lo único que estamos cerca es de una sociedad de monstruos. No hablo de los previsibles monstruos productos de la clonación, sino de los monstruos 'clonadores', jugando a ser dioses, eso sí, dioses progresistas. El "seréis como dioses" del Génesis ha rebrotado en el siglo XXI. En la vieja Europa, antes maestra del mundo, ha rebrotado ante el vergonzoso silencio, cuando no apoyo, de los líderes sociales.
Y los que nos oponemos a los nuevos bárbaros de bata blanca nos toca el papel de radicales, de exagerados. Lo cual es muy curioso. La verdad es que el clásico aforismo que sitúa a la virtud en el punto medio no se ha entendido correctamente. Se refiere a la verdad, no al bien. Se refiere, en definitiva, a la virtud del discernimiento, no a la de la caridad. Si de amor hablamos, cuanto más radical se sea, mucho mejor. Lo prudente en materia de solidaridad es el extremismo. Cualquier pareja de enamorados se lo puede confirmar.
Así que al igual que lo más prudente en tiempos de Diocleciano era ser mártir, lo más prudente en tiempos de clonación es no entrar en las bizantinas disquisiones centro-reformistas entre clonación terapéutica o reproductiva. Por cierto, no podía faltar a esta fiesta la ministra de Sanidad, Ana Pastor, la gran "destroza-embriones", quien ha asegurado que la clonación está prohibida por la llamado Declaración de Oviedo (o sea, la de mi pueblo) del Consejo Europeo. Es muy cierto señora Pastor, pero no es usted quien debe meterse en estos berenjenales. Naturalmente que usted no desea clones: le estropearían su plan de poner a disposición de los bárbaros de bata blanca los 200.000 embriones "excedentes" de la fecundación 'in vitro'. Y lo mismo puede decirse del vicepresidente Javier Arenas, quien, en tono serio y formal, asegura que el Gobierno español está contra la clonación. Muy cierto, salvo entusiastas anti-humanidad, como Bernat Soria, con todos los embriones crioconservados que existen en España, no es necesario hacer gorgoritos clonatorios. Resumiendo:
Punto número uno: Toda clonación es mala porque creas huérfanos biológicos.
Punto número dos: La clonación reproductiva es una bestialidad porque atenta contra la dignidad humana y destruye al hombre como ser social y familiar.
Punto número tres: la clonación terapéutica es horrible porque donde hay genoma humano hay ser humano, e implica la producción de embriones, es decir, de personas, para su posterior destrucción.
No hay distingos éticos entre la segunda y la tercera. Al menos, sólo los hay de grado, que no de naturaleza.
Dicho de otra forma, la clonación reproductiva termina con la raza humana al romper la cadena biológica que comenzaran Adán y Eva (sí, la unigénesis vuelve a estar de moda, aunque la progresía no se haya enterado) y la terapéutica termina con la humanidad por el método, mucho más simple, de cargarse a su hermano.
Todo un orgullo para ¡Corea! De hecho, la alabada ahora por los medios informativos de cinco continentes y por los nuevos bárbaros de bata blanca, la clonación terapéutica, es la más horrible de todas. Cualquier código moral que acepte éste no vale un comino y debe ser rechazado en su totalidad.
Mientras, George Bush trata de prohibir la clonación en Estados Unidos y en Naciones Unidas. ¿Qué quieren que les diga? No me gusta nada un presidente belicista que ha arrastrado al mundo a una guerra injusta e innecesaria en Iraq, ni tampoco me gusta su empecinamiento en mantener la pena de muerte. Pero, a veces pienso que es una de las pocas voces con sentido común que quedan entre los poderosos del planeta. Desde luego, no espero ni de Schröder, ni de Chirac, ni de Blair, ni de José María Aznar, ni de Mariano Rajoy, una reacción similar, es decir, una reacción civilizada y en defensa del más débil. Ni lo espero yo ni lo espera nadie.
Ortega y Gasset hablaba de la barbarie de la especialización, que acaba por vaciar al especialista de toda humanidad. Los bárbaros de hoy no son las SS, sino que visten batas blancas. Se han especializado tanto que han degenerado. Son mucho más peligrosos que los nazis.
Eulogio López