Al ser humano le gusta celebrarlo todo y se apunta a festividades laicas y religiosas con igual afán. Pero es el Carnaval una de las fiestas con más arraigo, por aquello del disfrute destemplado que debería preceder a la austera Cuaresma.

Sr. Director:

La Cuaresma nos llama a caer en la cuenta de que un espíritu, el nuestro, es objeto de complacencia de todo un Dios y para poderlo admitir en su Reino gozoso es necesario adiestrarlo convenientemente, alimentarlo y forjarlo para hacerlo libre y poderoso, capaz de grandes gestas en concomitancia con la gracia. La Iglesia enseña eso y los desgraciados que sólo la atacan y buscan su ruina imposible, se perjudican a sí mismos pues se cierran al camino que los liberaría del error y del odio.

Que el Carnaval no sea desmadre sino un punto del que partir; y la Cuaresma un ejercicio de negación de sí mismo como el de cualquier héroe en vistas a ganar una batalla. Dios nos ama: esa es la gran verdad que debe llenar de luz nuestra vida, y el pecado: un escollo que se deshace entre sus manos cuando aflora el arrepentimiento.

María Bravo

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