Vida real, no macroeconomía. Cliente madrileño que compra una casa en La Coruña. Hipoteca, naturalmente, con Caixa Galicia, que otorga el 100 por 100. Como otorga el 100 por 100 del valor de la vivienda, se queda con los trámites, y, de entrada, descuenta la bonita cantidad de 2.500 euros para escrituras, registros y gastos. El cargo se hace con celeridad europea, pero el servicio se otorga con parsimonia africana.
Un año lleva el cliente pagando y sin saber si es propietario de la casa que compró, si ésta se ha registrado y, por tanto, si es suya.
También ha pagado, sin rechistar, a pesar de la jurisprudencia en contra del Tribunal Supremo, los seguros de vida que la entidad ha puesto como condición para pagar el crédito. El Supremo ya condenó en su momento a otras entidades por imponer un seguro de vida, con una compañía dada, a los titulares de un préstamo hipotecario. Todo ello recuerda la parodia televisiva en la que una cliente bancaria se ve obligada a tener un hijo con un donante anónimo puesto por la entidad como requisito previo para que se le conceda un crédito hipotecario a 30 años, dado que podría fallecer y con ello abandonaría la amortización correspondiente.
A lo largo de 12 meses, el interesado ha acudido a la sucursal, al defensor del cliente de Caixa Galicia: no es que no hayan solucionado su caso, es que ni tan siquiera le han respondido.