El presidente de Repsol, Antonio Brufau, no hace otra cosa que recibir buenas noticias sobre exploración. El negocio marcha bien, lo que no marcha también son las relaciones corporativas de la empresa. En estos momentos, entre el presidente de la petrolera y el ministro del ramo, Miguel Sebastián, las salvas se han vuelto lanzas.
Protesta Brufau por la repersecución de los sobre precios de los carburantes y sobre la actitud siempre distante del ministro del ramo a la hora de defender la españolidad de Repsol. La cosa se crispó con el asunto Lukoil, sin olvidar que el mejor amigo de Sebastián en el campo empresarial es Luis del Rivero, presidente de Sacyr y propietario del 20% de Repsol. ¿Han desaparecido los problemas financieros de SyV? No, se han mitigado pero no desparecido. Por tanto, es posible que Del Rivero no vea el futuro de Repsol como lo ve Brufau.
El coche eléctrico ha sido la guinda que ha colmado el vaso. Una petrolera no puede apostar por el coche eléctrico y sí por otro tipo de combustibles. Pero para el Gobierno Zapatero en general y para Sebastián en particular, el coche eléctrico es un emblema político que tiene muy buena venta.
Más líos. La familia Eskenazi, accionistas de referencia del grupo argentino Petersen, pretende que Repsol les financie la compra de un 10% adicional del capital de YPF, tal y como les financió el 15% inicial. Es decir, sin coste para el usuario. Pues bien, Brufau no está dispuesto a acceder. Su decisión es abandonar Argentina vendiendo la totalidad de YPF a los chinos, a ser posible a Petrochina. Y el caso es que la entrada de capital argentino en YPF ha supuesto todo un apoyo a los objetivos de la petrolera en Argentina. Pero eso sí, un apoyo oneroso.
Eulogio López
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