Días atrás decíamos que los socialistas aragoneses habían echado a Manuel Pizarro de la Presidencia de Ibercaja y no con muy buenos modos. Mantenemos la tesis y ahora la completamos. Figúrense si no estaba previsto ningún tipo de dimisión o cese por parte del financiero que el Gobierno socialista aragonés de Marcelino Iglesias se vio obligado a realizar una operación de última hora, porque Amado Franco no podía sustituir a Pizarro porque era director general y no consejero. Por lo tanto, el Ejecutivo aragonés se vio obligado a prescindir de uno de sus hombres, nombrar consejero a Amado Franco y 24 horas después hacerle presidente.

 

Por cierto, una Presidencia bien merecida porque, desde hace más de un lustro, Amado Franco ejercía como primer ejecutivo de Ibercaja. Y ojo, que no haya malas interpretaciones, el Gobierno de Marcelino Iglesias es todo lo sectario que puede ser un Gobierno, que es mucho. Pero aquí sólo ha cumplido órdenes del Gobierno central. No es que Franco sea su ídolo, sino que fue la última voluntad de Manuel Pizarro, obligado, en este momento, por lo que luego vamos a decir, a contentar tanto al PSOE como al Partido Popular, al que siempre ha estado ligado Pizarro.

 

Porque ésta es la almendra de la cuestión. El Gobierno Zapatero está empeñado en fusionar Gas Natural con Endesa, con Aguas de Barcelona detrás. Esto significa algo muy simple: Si realmente se lleva a efecto la unión, el que mandará será La Caixa y la empresa resultante podrá ser tildada, sin temor a error, compañía catalana.

 

Como parte de la operación Pizarro, o si lo prefieren, de la operación fusión, se exigió al presidente de Endesa que abandonara la Presidencia de Ibercaja, aunque pensaba hacerlo en 2005. Pero, ojo, y aquí viene el truco, eso no significa, tal y como se ha dicho y se ha escrito, que La Caixa ceda la Presidencia del grupo resultante de la fusión Endesa-Gas Natural a Manuel Pizarro. Para ser exactos, eso es innegociable. El presidente de ese grupo y, en cualquier caso, el mandamás del mismo, será La Caixa como institución y Antonio Brufau como persona. Esto es, precisamente, y como siempre ocurre en una fusión, el principal problema del megaproyecto de fusión que tanto gusta al PSOE. Además, Montilla puede presionar a La Caixa, sí, pero no utilizarla sin contraprestación alguna.