Ya en noviembre de 2005 Hispanidad adelantó el deseo de Zapatero de introducir a los nacionalistas catalanes de CIU en el Gobierno de la nación, algo que José Montilla echó por tierra al reeditar el Tripartito tras las elecciones del 1 de noviembre de 2006. Y no sólo eran los nacionalistas catalanes, sino también los vascos (3 de octubre de 2006), los que entrarían en el Gobierno de España, como medio de perpetuarse en el poder y de aislar al PP como un partido de ultraderecha.
Pues bien, por vez primera, el propio ZP acepta esta tesis, en la entrevista mantendría con el diario El País segunda entrega- en la que afirma: El Gobierno tiene que tener una mirada a las fuerzas nacionalistas con amplia presencia en Cataluña y País Vasco. Una mirada, una relación y una confianza que puede, en algún momento, expresarse incluso en la presencia en el Gobierno de España, señala el jefe del Ejecutivo.
El momento elegido para retomar la estrategia es lógico : tras el atentado del 30 de noviembre, la mayor bofetada recibida por ZP desde que reside en Moncloa, esta vez a cargo de ETA, Rubalcaba diseñó una estrategia que consistía en escenificar la ruptura total con ETA y recuperar la calle, a ser posible sin el Partido Popular que, una vez más, aparece aislado.
Y para recuperar la iniciativa, Rubalcaba propone ofrecerles another time- ministerios a los hombres de CIU y del PNV. Los primeros podrían aceptar más fácilmente que los segundos, dado que Artur Mas sigue exigiendo la Presidencia de la Generalitat antes de sentarse a hablar.