Sr. Director:
Testimonio de una vida arrebatada,

o herida en el cuerpo, o en el alma,

por el terror sentido, vivido,

del odio desatado con saña.

Que por la ambición y soberbia

de otros, es sembrado,

por quienes dicen ser idealistas,

humanos,

y se comportan como alimañas.

Quitando del inocente la vida,

siembran el terror

en sus victimas inocentes,

-que ser cualquiera puede -

en los espíritus, las mentes.

Nación así maltratada, vejada.

No son solo los que mueren,

ni los que heridos en su cuerpo claman,

que todos somos, del terror, víctimas

de su odio, de su saña.

Que cuando el fin de tanta muerte,

no es conseguido, ni alcanzado,

pretenden que sea pasado.

Testimonio de unas vidas arrebatadas,

o heridas en el cuerpo, o en las almas,

que serán ya para siempre,

presente y nunca pasado.

Que no vivieron un futuro,

cruelmente arrebatado,

por un terror basado en el odio,

que otros fueron y van sembrando.

De las víctimas pretendiendo,

sean culpables de su propio sufrimiento,

de su propia herida o muerte,

que ni buscaron ni provocaron.

¿Donde está el sentido de su muerte

¿Donde el dolor de quiénes aquí quedaron,

que víctimas también son

del terror, que la sangre de su sangre

otros derramaron,

que a la carne de su carne,

para siempre separaron.

Memoria, de unas vidas, jamás arrebatada,

ni del cuerpo ni del alma,

de quiénes amaron y les aman,

nunca Indignamente, disputada.

Y esa sangre derramada,

Justicia a la tierra y al cielo,

hoy y siempre, clamará y clama,

dando sentido a su sacrificio, a su vida.

Cuando en la tierra, donde

y por donde, esa sangre fue vertida,

esa Justicia sea colmada,

derrotado el odio, la saña,

alcanzaran entonces la Paz,

sus hombres, y  sus almas.          

J. R. Pablos