La previsible decadencia de EEUU como potencia mundial

En Estados Unidos viven 70 millones de personas con más de sesenta años. Gente que se ha ido preparando su pensión -la pensión pública en aquel país es mínima- con unos ahorros que pueden haberse desvanecido, sin contar que su casa ya no vale lo que valía y venderla puede ser una ruina. Son los mismos que están ligeramente cabreados por el Gobierno Bush, que ahora les pide el dinero de sus impuestos para reconstruir a las personas e instituciones y mercados que les han birlado sus ahorros.

En definitiva, gente que ahora deberá volver a trabajar o, al menos, a buscarse unos dólares, y que, como me comenta uno que acaba de volver de Florida, si no fuera porque es negro votaría a Obama. No, no es un racista, es un cínico.

Habrá que insistir que el gran error de McCain, que hoy se enfrenta al último debate, ha consistido en apoyar el plan Bush, al principio sin entusiasmo, luego con el determinismo propio de quien sabe que le está robando a los pobres para dárselo a los ricos. ¡Qué error John, qué inmenso error!

Ese error puede haber decantado las elecciones en favor de los demócratas. A fin de cuentas, la crisis de codicia especulativa le ha estallado a George Bush y ha lidiado ese toro de la peor forma posible.

Todo ello termina en que la última encuesta del New York Times y CBS, ambos empeñados en la victoria de Obama, publique una encuesta en la que el candidato demócrata a la Presidencia aventaja por 14 puntos al republicano. Una ventaja que se supone dice algo.

Y si gana Obama seguramente asistiremos a la decadencia de Estados Unidos como primera potencia mundial. Y no porque, como dice la interesada propaganda republicana, sea un hombre débil frente a la amenaza terrorista. No por su tendencia a sustituir la guerra por el diálogo -lo cual es maravilloso-. Nunca una potencia se ha impuesto a través de un ejército o a través de su poderío económico. Esos dos instrumentos sirven para aniquilar al adversario, para alcanzar la cima, pero no para mantenerse en ella, ni para mantener su influencia en el mundo, que es lo que identifica las grandes potencias. Y ninguna civilización cae por invasión externa sino por disolución -y desilusión- interna. Cae, en resumen, porque cede en sus principios.

Con toda su incultura -que no es poca- Estados Unidos ha encabezado al mundo y Europa ha quedado en la orilla gracias a dos virtudes:

1. Coherencia entre los que se dice y lo que se hace. La incoherencia denigra al hombre, además, sin coherencia no hay libertad de expresión, el mayor brillante americano, un país donde la gente no calla por miedo, como en España, y de paso se ahorra el trabajo de razonar sus opiniones. En libertad de expresión, los estadounidenses nos llevan mucha ventaja a los europeos.

2. Ligado a lo anterior: en USA no se ha perdido la convicción de que la libertad conlleva responsabilidad y la responsabilidad exige disciplina, sobre todo con uno mismo.

Estos son los principios que la progresía ha incumplido, y por eso, los progres europeos ya no somos la sabia Europa sino la vieja puta, como dicen los argentinos.

Obama es un progre como la copa de un pino, un relativista para el que la coherencia tiene poco sentido, dado que la verdad no existe o se cambia con el tiempo. Además, sus discursos huecos, repletos de lugares comunes con música pero sin letra, suenan a europeos, a incapacidad para defender las propias posturas, quizás porque, como buen progre, Obama no tiene principios, sino objetivos. El primero de ellos, el poder.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com