Fue uno de los reyes que más han vivido de fe. Nació en Islip (Inglaterra), el año 1004. Su padre, el rey Etelredo II, es depuesto. Eduardo, en un a modo de destierro vive en Bretaña con sus tíos maternos. Su madre casa con Knut, un nuevo usurpador danés y tiene con él un hijo, Alfredo. Muerto Knut los ingleses quieren a Eduardo como rey, pero su madre le traiciona porque prefiere que el heredero sea Alfredo. Éste acude a ceñir la corona real, pero es hecho prisionero, atormentado, cegado y dejado morir en un islote. Eduardo no quiere ocupar un trono tan manchado de sangre, pero, finalmente, con cuarenta años acepta y rige los destinos ingleses con mano maestra, al punto que aún hoy es factible oír que en Gran Bretaña a su Corona la llaman la "corona de San Eduardo". Eduardo vivió en continuo peligro antes de ocupar el trono, pero confiando ciegamente en el Señor. Y en este tiempo hizo la promesa de peregrinar a Roma si alcanzaba la realeza. El Papa conmutó la promesa pidiéndole que el dinero del viaje lo emplease en levantar una iglesia a San Pedro. Esta fue la fundación de la abadía de Westminster en la que se consagran los reyes y es panteón real. Eduardo murió el año 1066.
La fe que vivió San Eduardo III, es la que en la actualidad se recoge en el Catecismo de
(Las fuentes principales, que no las únicas, de las que se han tomado los datos para redactar
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Pilar Riestra