“Sé me olvidó vivir”, esta frase la pronuncia Williams, un veterano funcionario que vegeta bajo el papeleo de una oficina del Gobierno, mientras se reconstruye la ciudad de Londres después de la II Guerra Mundial. Los publicitas venden esta película como “el estreno más emocionante de estas Navidades”. No sé si lo es, pero lo que está claro es que encierra un mensaje que debería transmitirse en estas fiestas familiares: Que todos podemos hacer un mundo mejor si hacemos pequeñas cosas por los demás.

Así, en la década de los años 50, en la capital del Támesis, un hombre gris, Williams, recibe un demoledor diagnóstico médico, lo que le hace vaciar su cuenta bancaria y dirigirse a la costa con el propósito de dedicar sus últimos días de existencia a algo que valga la pena, pero no sabe cómo hacerlo. Una misteriosa carta le pondrá en camino para mejorar su entorno, ayudado por un optimista colega, mientras se siente cautivado por una joven compañera de trabajo que parece poseer la vitalidad que él ha perdido o nunca tuvo.

Todo concurre favorablemente en este filme agradable, que empieza de manera pausada y nostálgica y va ganando en sensibilidad y emoción a medida que avanza su desarrollo. A ello contribuye la colaboración entre el escritor y Premio Nobel de Literatura, Kazuo Ishiguro, y el director, Oliver Hermanus, para adaptar el guion de una de las películas más recordadas de Akira Kurosawa, Vivir (1952). Un film que se apoya en la actuación de su protagonista, cuyo papel ha recaído en el intérprete británico Bill Nighy, en una de las mejores actuaciones de su carrera, que ha sido nominado al Globo de Oro al Mejor Actor.

De alguna forma, Living encierra el mismo contenido que la narración por excelencia de estas fiestas: Cuento de Navidad, de Charles Dickens, desde el momento en que habla de la transformación de un hombre, encerrado en sí mismo, que encuentra el objetivo de su vida cuando se da cuenta del bien que puede hacer a su alrededor.

Para: Los que les guste el cine británico y las historias emotivas.