- Un sacerdote recuerda los enfrentamientos entre árabes y kurdos y entre sunitas y chiitas obstaculizan el regreso de los evacuados.
- Se teme que haya una "reacción de los kurdos" con "nuevos ataques" que terminarán azotando también a "cristianos y yazidíes".
- Sigue habiendo un elevado peligro de que se produzcan nuevos hechos de violencia, las familias pasan la noche en automóviles y los niños están traumatizados.
- Hay graves problemas económicos, faltan comida y gas y los gobiernos y la ONU han suspendido la entrega de ayudas.
- "La situación es peor que cuando llegó el EI, porque en aquel entonces los gobiernos y las ONG nos ayudaban", señala el sacerdote Samir Youssef.
La situación de los
cristianos "es peor que cuando llegó el
Estado Islámico (EI)" porque ellos han quedado "involucrados en este enfrentamiento, que se está desarrollando entre árabes y kurdos, entre chiitas y sunitas", el cual "ha obstaculizado" el regreso de los evacuados de
Mosul y de la Llanura de Nínive, "y ahora ni siquiera cuentan con ayudas".
Es lo que explica a
AsiaNews el
sacerdote Samir Youssef, párroco de la diócesis de Amadiya (Kurdistán), quien refiere que parte de las familias cristianas "ha vuelto a Alqosh y Dohuk" por temor a la violencia en la llanura de Nínive. "Incluso hay otros que han pasado dos noches en el automóvil -prosigue- o que han postergado la partida por el peligro de que haya nuevos enfrentamientos.
Hay casos de niños traumatizados por la violencia que se ha vivido en Teleskof".
El P. Samir, que se ocupa en primera persona de 3.500 familias de refugiados cristianos, musulmanes, yazidíes, que huyeron de sus hogares en el verano de 2014 ante el ascenso del estado islámico, cuenta que "
incluso los cristianos están empezando a tener miedo". Se teme que haya una "reacción de los kurdos" con "nuevos ataques" que terminarán azotando también a "cristianos y yazidíes. Nosotros no estamos ni a favor ni en contra de ninguna parte -agrega el sacerdote- sino que lo que queremos es vivir en paz con todos".
Los cristianos desde siempre han sido un instrumento de diálogo, un puente entre las varias culturas y etnias que caracterizan Irak. Y en la historia reciente del país, han sido precisamente personalidades cristianas de su tiempo quienes se han desempeñado en los primeros cargos de ministro de Cultura o de Salud.
A pesar de ser tan sólo el 2,3% de la población, la minoría ha jugado un rol esencial "a nivel cultural", pero "está quedando cada vez más involucrada en los conflictos".
Un testimonio de ello es la historia personal de la familia del padre Samir, que ha tenido que mudarse varias veces de casa, e incluso cambiar de ciudad y de región, para huir de la violencia. "Primero, en el Kurdistán -recuerda el sacerdote-,
luego vino la revolución kurda por la independencia, que nos empujó a Mosul. Con el inicio de la guerra nos fuimos a Bagdad, para luego regresar a Mosul y luego otra vez al Kurdistán iraquí, con la llegada del ISIS". "Desde 2006 a hoy -agrega- se destruyeron 40 iglesias contando las de
Mosul, Bagdad y Basora: más de 1.200 personas fueron muertas por el sólo hecho de ser cristianos".
El P. Samir, uno de los principales sostenedores de la campaña de AsiaNews 'Adopta a un cristiano de Mosul', subraya que "en el Kurdistán, los cristianos habían comenzado a vivir otra vez" y la derrota del EI los había hecho recuperar la esperanza de regresar pronto a sus tierras de origen. "Ahora nos hemos venido abajo -confiesa- vivimos en una situación de miedo,
nos sentimos amenazados. Frente a una nueva inestabilidad, no sabríamos adónde ir, qué hacer…".
En tanto, los cristianos -
que se salvaron del devastador terremoto que ha azotado la región- "deben hacer frente, al igual que los demás, a los problemas económicos", que cada vez apremian más. "No hay salarios -cuenta el padre Samir- y hay varias familias de refugiados que no tienen dinero para comprar ni siquiera los artículos más esenciales. Hasta hace un tiempo,
los mini mercados vendían mercadería y hacían 2.000 dólares por día, hoy con mucho esfuerzo apenas llegan a 200. El personal es despedido,
hay familias enteras sin trabajo y todo se vuelve más difícil".
"Con los programas de ayuda que hemos puesto en marcha -afirma el sacerdote-
tratamos de contribuir al sustento de las familias, pero nos cuesta mucho conseguir fondos. Ahora llega el invierno, comienza a hacer frío; el año pasado, a esta altura del año,
ya habíamos distribuido dos o tres barriles de kerosén, este año todavía no tenemos nada. Incluso la entrega de comida ha quedado suspendida, ya no nos queda nada".
Desde cierto punto de vista, admite, "la situación es peor que cuando llegó el EI, porque en aquel entonces
los gobiernos y las ONG nos ayudaban. La clausura de los aeropuertos del Kurdistán complica la situación, y hasta ahora, sólo el 30% de los refugiados han podido regresar a las casas donde vivían antes".
Los salarios también han disminuido, pasando de los mil dólares de antes, a "los 300 actuales", a causa "de la merma de fondos impuesta por Bagdad sobre la región kurda.
Y después hay alquileres que pagar, la escuela… La Iglesia -concluye el padre Samir- ayuda a muchos, pero aquí realmente se requiere un milagro".
José Ángel Gutiérrez
joseangel@hispanidad.com