• Algo no muy habitual en la liturgia.
  • La indulgencia de pena y culpa del próximo domingo exige lo que siempre exigen las indulgencias.
  • Confesar, comulgar, rezar el Credo y el Padrenuestro y rezad por el Papa.
  • Exige, en definitiva, la conversión del  corazón: el único cambio de vida que realmente merece la pena.
Decíamos ayer, que el Papa Juan Pablo II había canonizado a Santa Faustina Kowalska y promulgado una nueva y solemne fiesta en el calendario cristiano: el domingo de la Divina Misericordia, justo después del Domingo de Pascua. Como regalo, el Santo Wojtyla adjuntó la indulgencia plenaria, de culpa y pena. Es decir, una indulgencia 'premium', con la que se borran todas las culpas y las penas a purgar por ellas (sí: de purgar viene lo del Purgatorio). Es un volver a empezar, para entendernos, un nuevo bautismo. Y eso se puede conseguir cumpliendo con las disposiciones habituales de una indulgencia, que no se hizo, como piensan algunos intelectuales de corte podemita, para perdonar los pecados con una bula de ocasión, sin necesidad de arrepentimiento, sino para fomentar la prácticas de siempre, que son prácticas de amor y compromiso: confesar, comulgar, rezar el Credo (donde se resumen los dogmas de la fe cristiana), el Padrenuestro (donde se resume la vida del cristiano) y rezar por el Papa, que, nos guste más o menos, sigue siendo el representante de Cristo en la tierra. Y todo eso, siete días antes o después del domingo 23 de abril, domingo de la Divina Misericordia, algo más importante aún que San Jorge, patrón de Castilla y Aragón y Cataluña. Ahora bien hay que leer el Diario de la Divina Misericordia, de Santa Faustina para caer en la cuenta de quién es esa mujer. Vivió sólo 33 años, apenas tenía formación, ni doctrinal ni escolar. Sin embargo, es la mística del Siglo XX porque Dios es un cachondo y le encanta utilizar a los ignorantes para confundir a los sabios y, en especial, a los sabihondos. Vamos con las perlas del Diario de la tal Faustina: "Ante la justicia divina, todo se presenta en desnuda verdad. Eso es tremendo. Su justicia es tan grande y penetrante que llega hasta el fondo de la esencia de las cosas. Delante de él todo se presenta en desnuda verdad y nada podría continuar subsistiendo". Lo que nos recuerda que el mundo no es como el hombre lo ve sino como el Creado lo hizo. Un principio que asustaría a cualquier filósofo y debería consolar la frustración perpetua de los hombres de ciencia. De la filosofía a la psicología, que bien entendida resulta de lo más útil: "No fijarse en quien está conmigo y quien contra mí. No dejarse llevar por el frenesí del trabajo. Interrumpir un momento para mirar al Cielo". Kowalska sentía un curioso afán por el silencio y una singular manía a las 'almas parlanchinas': "Hablar poco con la gente pero mucho con Dios, evitar la familiaridad, fijarse poco en quién está conmigo y quién está en contra, no compartir con otros lo que he tenido que soportar, evitar comunicarse en voz alta durante el trabajo, en los sufrimientos conservar la serenidad y equilibrio". Y cuando el camino se pone cuesta arriba… "en los momentos difíciles recurrir a las llagas de Jesús, en las llagas de Jesús buscar consuelo, alivio, luz, fuerza". ¿Consuelo en  las criaturas? No, consuelo sólo en Dios. Mañana más. Eulogio López eulogio@hispanidad.com