Repsol insiste en defender la neutralidad tecnológica y el empleo industrial al descarbonizar. Semanas después de haber dado una nueva lección sobre transición energética con inteligencia y sin “dogmas”, como señaló su presidente, Antonio Brufau, en la Junta de Accionistas, ahora es su CEO, Josu Jon Imaz, ha recordado que “somos hijos de la industria (…) La industria es la que nos ha hecho llegar hasta aquí, es la que genera empleos de calidad, innovación a su alrededor y tecnología”. Y no son sólo palabras: ya se han empezado a construir los proyectos que transformarán la refinería de Bilbao en un hub multienergético.

Desde la compañía se vuelve a apuntar que hay que descarbonizar y reducir emisiones, pero asociar descarbonización y electrificación es un error, porque hay muchos sectores que no se pueden electrificar (los aviones, los barcos, el cemento o la química, por ejemplo). Y al mismo tiempo, Imaz subraya que hay que defender el empleo industrial “con uñas y dientes”, y una muestra de ello son los proyectos que está poniendo en marcha en sus refinerías españolas, donde empleaba a 11.100 personas hace algo más de un año y de estos, actualmente, 5.600 son empleos directos. Todo ello, mientras siguen apostando por el petróleo, cuyo alto precio (actualmente el barril de Brent -de referencia en Europa- cotiza en unos 120 dólares) garantiza rentabilidad durante años dedicar a los nuevos combustibles de su negocio, los cuales se irán abaratando a costa de investigación y tecnología, y que van a ser rentables.

El combustible sintético se fabrica a partir de CO2 e hidrógeno, y se puede convertir en gasolina, gasóleo y otros productos que usan los motores de combustión convencionales de coches, camiones, barcos o aviones sin necesidad de modificar dichos motores

Ahora Repsol ha iniciado las obras del nuevo hub de descarbonización de Bilbao, formado por una planta de combustibles sintéticos donde invertirán 103 millones de euros y cuya construcción se prolongará durante los próximos dos años, con el objetivo de que esté operativa en 2024; y por un proyecto de valorización de residuos urbanos. Un combustible sintético es un tipo de carburante que se fabrica a partir de CO2 e hidrógeno, dando lugar a una cadena de hidrocarburo, es decir, se puede convertir en gasolina, gasóleo y otros productos que usan los motores de combustión convencionales de coches, camiones, barcos o aviones sin necesidad de modificar dichos motores; y por ello, es una opción real para la descarbonización de sectores como la aviación o el transporte pesado, donde la electrificación no es una alternativa.

En la planta de combustibles sintéticos, Repsol cuenta con la petrolera Saudi Aramco como socio principal, y también han sumado como socios tecnológicos a la química británica Johnson Matthey y a la compañía francesa Axens, especializada en soluciones para convertir petróleo y biomasa en combustibles más limpios. Aspiran a producir 2.100 toneladas anuales de combustibles sintéticos y para alimentar la planta se usará CO2 capturado en Petronor (su filial vasca) y se instalará un electrolizador de 10 megavatios (MW) alimentado con energía renovable -un proyecto que se enmarca en el Corredor Vasco del Hidrógeno y promueven Repsol, Petronor, el Ente Vasco de la Energía (EVE) y Enagás- para producir el hidrógeno necesario para fabricar dichos combustibles.

En Cartagena, hace unos meses que empezó la construcción de la planta de biocombustibles avanzados a partir de residuos, la cual estará operativa en el primer semestre de 2023, con una inversión de unos 200 millones para fabricar unas 250.000 toneladas anuales

La planta de valorización de residuos urbanos (papel, cartón, plásticos o telas, entre otros) que se ubicará en Bilbao se enmarca dentro de la apuesta de Repsol por la economía circular. Se dará una segunda vida a estos residuos transformándolos en aceite o gas que se utilizará como sustituto de la materia prima que la refinería de Petronor utiliza habitualmente en sus procesos, reduciendo todavía más su huella de carbono. Asimismo, destaca la ecoplanta de Tarragona, que estará operativa en 2026 y contará con una tecnología de gasificación de última generación: allí, Repsol ha unido fuerzas Agbar y con la empresa de tecnología limpia canadiense Enerkem, para transformar residuos sólidos urbanos en distintos productos químicos de alto valor añadido, como el metanol (aspirando a una producción de unas 240.000 toneladas anuales que se usarán como materia prima para producir materiales circulares o biocombustibles avanzados). Además, Repsol está analizando más de 40 tipos de residuos y tecnologías para asegurar la producción de biocombustibles avanzados y materiales petroquímicos circulares.

Paralelamente, en Cartagena, hace unos meses que empezó la construcción de la planta de biocombustibles avanzados a partir de residuos, la cual estará operativa en el primer semestre de 2023, con una inversión de unos 200 millones para fabricar unas 250.000 toneladas anuales y con el ambicioso objetivo de lograr una producción de 2 millones de toneladas en 2030. Al igual que los combustibles sintéticos, los biocombustibles avanzados son válidos para los motores de combustión actuales de coches, camiones y aviones sin necesidad de modificarlos, reduciendo las emisiones de CO2 en unas 900.000 toneladas anuales. Por tanto, se trata de dos opciones disponibles para descarbonizar tanto el sector marítimo como el aéreo, donde la electrificación no es una alternativa, y Repsol trabaja para posibilitarlo: el pasado marzo, suscribió un acuerdo con Navantia para evaluar en los buques estos combustibles de baja huella de carbono, en agosto de 2021, el Complejo Industrial de Petronor, en Bilbao, fabricó por primera vez un lote de biojet a partir de residuos, es decir, de biocombustible para aviación; y tres meses después, realizó un vuelo demostrativo con Iberia usando dicho biojet.