A un amigo mío católico no le ha gustado mi artículo sobre la misa por el planeta, publicado un par de semanas atrás. Le parece una exageración porque vengo a hablar de una nueva misa y lo único que se ha hecho con esta novedad de la misa por el cuidado de la creación ha sido añadir unas plegarias para fomentar en los fieles ese cuidado por la creación.

Además, como la novedad se ha venido gestando durante los últimos años, media docena, del Papado de Francisco y se presenta, sin preaviso, en rueda de prensa de un cardenal jesuita y un franciscano, alto cargo del Dicasterio del culto... y en pocos días se pone en práctica una eucaristía del mismísimo León XIV... pues hombre, da que pensar. Pero mi amigo dice que no, que estoy sacando de quicio las cosas.

Es muy probable que tenga razón y que el asunto, anunciado con tanta alharaca. Pero insisto -la eucaristía, estúpidos, la eucaristía- en que es en la eucaristía donde nos lo jugamos todo en este siglo XXI, y que la señal de la II Venida de Jesucristo para instaurar, precisamente, la sociedad eucarística, será la previa adoración de la bestia, también conocida como la abominación de la desolación. Es decir, la perversión de la eucaristía, desde la misma Iglesia aunque bajo orientación mundana. Sí, la abominación de la desolación es la adoración de Satán. Su preámbulo teórico es la Blasfemia contra el Espíritu Santo, el signo de nuestra era, donde el bien se convierte en mal y el mal en bien. Ejemplo, el derecho al aborto: la muerte del ser más inocente y más indefenso, el concebido y no nacido, a manos de su propia madre... convertido en un derecho. 

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Piénsenlo: si usted fuera Satán, el gran mentiroso, el que pervierte los grandes principios, ¿qué premisa buscaría, que tópico de la humanidad actual utilizaría usted para perder a esa humanidad? ¿La ideología de género? Posiblemente, pero se trata de una perversión práctica, no teórica. ¿La digitalización? Esa es arma de doble filo, que puede utilizarse para el bien y para el mal.

No, yo utilizaría la perversión de la religión climática. Es una estupidez bruñida por el miedo al futuro. Es puro panteísmo -el peor enemigo histórico del cristianismo, única verdad existente-, en suma, la adoración del dios planeta, de Gaia, la madre tierra, de la Pachamama. 

Y eso, ahora mismo, se llama sostenibilidad, calentamiento global o desafío del clima, indistintamente. Cuidar 'la casa común' está bien... sólo porque nuestros hijos también la necesitarán, pero adorar al planeta es una salvajada de tan grueso calibre que no dudo en asignarle el adjetivo de satánico.

Sí, puede que mi amigo tenga razón y que sólo se trate de unas oraciones para mantener el planeta en orden de cara a nuestros sucesores. Pero sorprende la rapidez del Papa León XIV en celebrar ese primera misa... climática. 

Deseo y espero que, como asegura mi amigo, esté exagerando. Seré el primero en celebrar mi error.