Ayer miércoles les contamos en Hispanidad la amenaza de Viktor Orbán: el primer ministro de Hungría afirmó que su país no adoptará el euro porque "la Unión Europea está en estado de desintegración". El húngaro ha exigido "cambios radicales", o el país como Estado miembro "solo será un capítulo efímero". Y la verdad que a la vista de lo que acaba de suceder con Eslovaquia, hay que darle toda la razón a Orbán.
Volvemos a la injerencia de Úrsula y compañía, de la que precisamente el húngaro sabe mucho. La Unión Europea (UE) ha denunciado en un comunicado la «amenaza que supone para los derechos fundamentales» la enmienda constitucional aprobada en Eslovaquia el pasado 26 de septiembre. Manifestó que ese cambio constitucional puede «socavar los principios de igualdad, dignidad humana y respeto por los derechos fundamentales consagrados en la Carta de los Derechos Fundamentales de la UE», así como los compromisos asumidos por los Estados miembros en el Tratado de la Unión Europea.
Y ustedes se preguntarán qué ha hecho Eslovaquia para causar tanto revuelo: quizás aprobar la esclavitud a la vista de la magnitud de la respuesta de Bruselas. Pero en la controvertida enmienda, que fue aprobada con el apoyo de 90 de los 150 escaños, Eslovaquia limita la adopción sólo a matrimonios heterosexuales y sólo de forma excepcional para personas solteras, y define los sexos como «masculino o femenino, biológicamente determinados». Estremecedor, ¿verdad?
Para Europa el nuevo texto, «ignora las experiencias vividas de las personas transgénero, no binarias, con diversidad de género e intersexuales, y puede conducir a la discriminación y violaciones de sus derechos fundamentales».
Cómo no, poca cosa hay que le guste más a la progresía que meterse donde nadie los llama con los niños. Eslovaquia lo sabe y en su reforma establece el consentimiento parental como requisito ante la participación de los menores en la educación sexual. Y para Bruselas esto restringe el acceso a los niños a «información objetiva, fiable y apropiada para la edad» en un momento en que «el acoso y la violencia contra las personas LGBTIQ son frecuentes en toda la UE». «Dicha información es esencial para promover la comprensión y el respeto, y prevenir el odio y la violencia en las escuelas», señaló Europa en el documento.
Orbán no gusta en Bruselas, ahora tampoco Eslovaquia, principalmente porque no atiende a sus criterios progresistas. Por tanto, deben ser eliminados. La injerencia europea es más que obvia: cuando a los eurócratas, de Usula Von der Leyen, no les gusta lo que los ciudadanos votan, toman medidas, naturalmente coercitivas..