Los empresarios familiares han pasado de la indignación de hace años -Congreso de Valencia en el que silbaron a Sánchez- a la resignación actual. Ese es el ambiente que se respiró durante el XXVIII Congreso de la Empresa Familiar, celebrado en Burgos entre el 19 y el 21 de octubre.
Lo más preocupante no es que los empresarios eviten criticar en público la política económica del Gobierno, sino que en conversaciones privadas con ellos se muestran resignados a la situación actual, tanto que incluso piensan que no terminará con el fin de la Legislatura. “Espérate a que no siga más allá de 2027”, afirmó un destacado empresario a Hispanidad.
Hemos pasado de la indignación de Valencia a la resignación de Burgos y el problema es que el Gobierno socialista-comunista de Pedro Sánchez continúa con su política económica suicida que está llevando a los españoles a la ruina.
Cierto es que la labor del Instituto de la Empresa Familiar no es criticar al gobierno de turno ni sus iniciativas políticas -algunas son auténticas ocurrencias y sólo buscan distraer la atención- pero también lo es que no cuestionar las medidas económicas del Gobierno actual -por ejemplo, su intervencionismo empresarial o su política fiscal claramente confiscatoria- lleva a muchos ciudadanos a pensar que, si los empresarios no dicen nada es porque son buenas.
A algunos miembros del IEF les gustaría que la institución fuera más combativa con el Gobierno, pero desde hace años se ha optado por la moderación. Así hemos llegado hasta la situación actual en la que nadie dice ni hace nada, pero todo el mundo espera que el Sanchismo termine cuanto antes.