Santander, BBVA, Caixabank... si uno tiene buenos resultados, el otro más. Las cosas no pueden ir mejor para los bancos españoles.
Ahora bien, se ha encendido la primera luz roja que advierte que el futuro puede y debe ser peor que el presente. Las oscilaciones monetarias, las subidas y bajadas del precio oficial del dinero, tienen un decalaje. A los bancos les convienen los tipos altos porque aumenta el margen. Primero, Lagarde y Guindos suben el precio oficial del dinero y un año después, los bancos se benefician de ello. Lo mismo ocurre cuando bajan, el perjuicio llega con un año, no menos, de retraso, pero llega.
Ahora bien, el margen de interés ya está avisando por anticipado: ha empezado a bajar. Para compensar, los bancos se han puestos careros. Han mejorado no poco sus ingresos por comisiones, pero cuando las comisiones casi alcanzan al margen, bueno, es que el banco no está cumpliendo con su labor de prestamista: colabora poco al bien común.
Hoy los bancos están bien y, mira que me cuesta reconocerlo, los banqueros españoles son buenos banqueros.
En los test de estrés salimos bien, pero es que la prueba es una verdadera tontuna. En toda Europa sigue reinando la tontuna del burro grande, ande o no ande
Así, en la tarde del viernes se daban a conocer los test de estrés, esa prueba de resistencia a la crisis que se mide, sobre todo, por ratios de solvencia o por capacidad para crear capital.
Y sí, los bancos españoles han salido mejor que los europeos, al menos que la media europea, y no por poco.
Ahora bien, con todo respeto hacia la Autoridad Bancaria Europea (EBA), con el español José Manuel Campa al frente, ese mismo que pretende fusionar la supervisión bancaria de toda Europa, uniendo la EBA y la inspección del BCE (y al mando de la fusión un tal Campa), realiza unos test de estrés que sólo reparan en el capital y que continúan guiándose por el viejo adagio que tanto nos disgusta en Hispanidad: burro grande, ande o no ande.
Es decir, la EBA, como el BCE, sueña con bancos grandes, demasiado grandes para caer. No son demasiado grandes para caer porque un banco grande se puede ir a la porra exactamente igual que un banco diminuto. Lo que quieren decir, con un cinismo impactante, es que si cae un banco grande serán tantos los depositantes afectados que los políticos, el Estado, saldrán en su ayuda con el uso de dinero público, lo que no harán con un banco pequeño.
Además, la mayor coña que se ha inventado en el sector bancario es la de eso que llaman sinergias y que no hace mucho tiempo se conocía como el abuso del pez grande que se come al chico... y hemos terminado.
Pero no, un buen banco no es el que tiene mucho capital sino el que tiene poca morosidad.
El siguiente paso a la creación de grandes bancos por fusión es acabar con los bancos privados y crear el gran banco público. En él, todos tendremos la garantía del Estado... y todos estaremos controlados por ese Estado. Igualito que en nuestras peores pesadillas
Todavía recuerdo al viejo Alfredo Sáenz, reconociendo a un grupo de periodistas que llevaba décadas en el oficio de banquero y sólo entonces (finales del pasado siglo) empezaba a preocuparse por los cocientes de capital. Él se preocupaba, como todo banquero de bien, de la rentabilidad, de la cual nace la solvencia... que de la solvencia no nace la rentabilidad.
Puedes forzar todas las fusiones que quieras y crear megabancos, que el peligro de quiebra no será menor y, encima, puedes sentir el vértigo de lo público, el vértigo que ahora mismo recorre Europa: suprimir la banca y crear un sólo banco, el banco central, el BCE, donde cada uno tengamos una cuenta y una tarjeta de nuestro banco común... y único.
De esta forma, todos tendremos la garantía del Estado... y todos estaremos controlados por el Estado, igualito que en 1984, la famosa obra de George Orwell.