Zarzuela y Moncloa, SM Felipe VI y Pedro Sánchez, han despreciado a Brasil enviando a la tercera autoridad de la nación, la presidenta del Congreso, Ana Pastor, a la toma de posesión del presidente Jair BolsonaroEllos son muy progres y no querían contaminarse con un ‘fascista’ votado por la mayoría de los brasileños. Pero es sabido que el pueblo se equivoca cuando elige como presidente a alguien que no agrada al poder cultural ejerciente. Es decir, a lo políticamente correcto.

Empezando por la conclusión, recordemos que Bolsonaro no es un fascista ni un ultra: es un cristiano –evangélico, no católico–, por eso la progresía internacional, el Nuevo Orden Mundial (NOM), se revuelve contra él. No por fascista, sino por cristiano. Y como cristiano, por ejemplo, defiende el derecho a la vida y a la familia natural, compuesta por hombre y mujer.

​Felipe VI y Pedro Sánchez son muy progres y no querían contaminarse con un fascista… y han puesto en un brete a las empresas españolas en Brasil

Y claro, el Rey de España, la monarquía católica española, no puede acudir a la toma de posesión de un ultra de estas características. Y a don Pedro Sánchez, que no duda en platicar con la dictadura cubana (ahora cumple 60 años) y que dirige un partido que figura a la cabeza de los colaboradores con la dictadura bolivariana, no puede dejar verse con Bolsonaro, un fascista de mucho cuidado. Con el marxista Lula, en la cárcel por corrupción, lo haría de mil amores.

España sufre de síndrome Bolsonaro. Es decir, de cobardía ante el neocomunismo… que de eso estamos hablando.  

Insistimos: no se lucha contra el fascismo, sino contra el cristianismo. Se trata de calificar como fascista a todo lo que suena a cristiano o ultra a todo lo que suena a católico. Por ejemplo, todo aquel que no esconda sus convicciones católicas en el reducto de su conciencia es un ultracatólico. ¿Comprenden?