Después del discurso de Pedro Sánchez de este pasado día 28 de julio, no me queda otra que reaccionar y proponer una reflexión que nos ayude a comprender al personaje, en absoluto admirable, que algunos le tachan de animal político, y con lo que no puedo estar más en desacuerdo.
Pedro Sánchez es, quizá, el primer presidente del Gobierno de España que ha convertido la democracia en un trampolín para la autocracia parlamentaria. Y no hablamos de una dictadura formal, ni de tanques en las calles, sino de algo más sofisticado: el rapto del Estado desde dentro, a golpe de BOE, pactos impúdicos y una retórica impostada que dice defender a los ciudadanos, mientras que desde sus actos los desprecia.
El balance político que presenta, es el ejemplo perfecto. Rodeado de cifras triunfales y eslóganes de marketing (“España avanza con fuerza”, “hemos ganado el 86 % de las votaciones”), Sánchez se reafirmó en lo que lleva años construyendo: un poder cimentado, no en la victoria electoral, sino en la aritmética del chantaje parlamentario. Porque Pedro Sánchez, no lo olvidemos, jamás ha ganado unas elecciones de forma suficiente como para gobernar sin muletas. Y sus muletas no son precisamente ortopédicas: son nacionalistas que quieren romper España y extremistas que desprecian la Constitución.
¿Cómo ha llegado hasta aquí un líder al que no votan ni sus compañeros de partido con entusiasmo? A través de una estrategia clara: colonizar las instituciones del Estado, pervertir el funcionamiento normal de la democracia, usar la Constitución como parapeto cuando conviene y como papel mojado cuando estorba, y resistir en el poder aún sabiendo -y esto lo sabe- que en unas elecciones limpias no pasaría de los 100 escaños. Y lo grave no es que no dimita. Lo grave es que se atrinchera.
Sánchez gobierna para sí mismo. La Moncloa no es su residencia oficial, sino su fortaleza. Desde allí maniobra, negocia en la penumbra, intercambia favores con partidos que llevan la secesión en su programa, y disfraza de estabilidad lo que no es más que dependencia. Porque cada ley, cada votación, cada presupuesto, no es un acto de gobierno: es una cesión. A ERC, a Bildu, al PNV, a Sumar o a quien toque. ¿El precio? Indultos, rebajas penales, financiación privilegiada o simplemente mirar para otro lado.
En su discurso del 28 de julio, Sánchez prometió presentar los Presupuestos de 2026 aunque no cuente con apoyos: «el Gobierno lo intentará incluso aunque no se aprueben», ha asegurado. ¿Desde cuándo un Gobierno se felicita por lanzar leyes sabiendo que fracasarán? Desde que gobernar ya no es legislar, sino resistir. Cuando la única prioridad se convierte en sobrevivir políticamente para no rendir cuentas judiciales. Y es que fuera de La Moncloa, el presidente no es solo un político derrotado: es un hombre rodeado por la sombra de la corrupción.
La Fiscalía ya no es el perro guardián del Estado, sino el gato domesticado del Ejecutivo. El CIS, un órgano de propaganda. Y el Tribunal Constitucional, cada vez más cercano al activismo político
Desde su propio partido, con casos como el de Ábalos y la trama Koldo. Desde su familia directa, con contratos sospechosos, tratos opacos y movimientos de dinero bajo investigación. Desde su entorno institucional, donde el clientelismo, la colocación de afines y la manipulación de nombramientos han dejado la separación de poderes hechas trizas. La Fiscalía ya no es el perro guardián del Estado, sino el gato domesticado del Ejecutivo. El CIS, un órgano de propaganda. Y el Tribunal Constitucional, cada vez más cercano al activismo político.
La paradoja es que todo este proceso se ha hecho invocando la democracia. Sánchez habla sin rubor de “legitimidad” y “voluntad popular”. Pero ¿de qué pueblo habla? ¿De ese que lleva años pidiéndole que dimita y que él ignora con displicencia? ¿Del pueblo al que no quiere consultar ni siquiera cuando el Parlamento está bloqueado? ¿De ese “sujeto soberano” al que ningunea con cada pacto bajo la mesa?
El lenguaje de Sánchez es el del ilusionista: dice lo contrario de lo que hace. Habla de regeneración mientras perpetúa a los suyos. Habla de progreso mientras España se fragmenta. Habla de justicia social mientras crece la delincuencia, la impunidad política y el hartazgo ciudadano. Y, como buen autócrata posmoderno, repite una y otra vez que “todo va bien” mientras el país se desangra por dentro.
Que no haya elecciones no es una anomalía constitucional, pero sí una evidencia política: sabe que las perdería. Que no dimita, tampoco es ilegal, pero sí es inmoral. Nadie debería aferrarse al cargo cuando sabe que su autoridad está en entredicho. Que insista en que «las legislaturas duran cuatro años» mientras se apoya en minorías radicales, es un acto de cinismo sin precedentes.
Pedro Sánchez no gobierna para transformar España, sino para mantenerse. No dialoga para consensuar, sino para comprar tiempo. Y no resiste por responsabilidad, sino por miedo: porque fuera de La Moncloa le espera el juicio de la historia... y tal vez también el de los tribunales. No, Pedro Sánchez no es un animal político. Es un bandolero que hace uso torticero de la ley que le ampara y hace del poder una estrategia perversa.
Revolución y dictadura (Ariel), de Steven Levitsky. Este libro ofrece un estudio profundo sobre el origen de los regímenes autoritarios y la vulnerabilidad de las democracias actuales. Levitsky y Way analizan cómo dictaduras surgidas de revoluciones -como las de China, Cuba o Irán- han sobrevivido a pesar de las crisis, fortaleciendo sus élites y estructuras de poder. También abordan revoluciones fallidas y extraen valiosas lecciones para comprender los desafíos democráticos en un contexto global de creciente radicalismo.
El poder político y la libertad (Rialp), de Ángel López Amo. Este ensayo, galardonado con el Premio Nacional, provocó polémica por su enfoque provocador. Con un sólido conocimiento de los pensadores clásicos y modernos, el autor examina a fondo temas clave de la teoría política como la legitimidad del poder, los regímenes democráticos y dictatoriales, la libertad o la forma del Estado. Su análisis, riguroso y vigente, sigue despertando debate por la claridad con la que afronta cuestiones esenciales del pensamiento político occidental.
Historia del poder político en España (RBA), de José Luis Villacañas Berlanga. Esta obra, el autor ofrece una visión crítica del poder en la historia hispánica, desde los visigodos hasta hoy. Lejos de idealizar a los gobernantes, analiza cómo se impusieron, fracasaron o sobrevivieron en medio de crisis y tensiones. Al estudiar las luchas de poder y el papel de unas élites marcadas por el miedo y la desconfianza, el autor conecta pasado y presente con agudeza y profundidad.