Día tras día publicamos casos de okupación y mostramos la caradura y la impunidad de los 'vulnerables' protegidos por el Gobierno, que carga a los ciudadanos con la responsabilidad de mantener a los que no pueden acceder a una vivienda por su gran Ley de Vivienda. Y como era de esperar, los españoles empiezan a cansarse. Lo vimos hace unas semanas con las medidas a la desesperada que estaban llevando a cabo ciudadanos: desde tapiar puertas, a demoler la vivienda aprovechando una salida del okupa. También tenemos a los ciudadanos de Torelló que tomaron el Ayuntamiento en busca de soluciones o a Daddy, el perro antiokupas que estremece a Sarah Santaolalla.
Un nuevo ejemplo llega desde Granada donde un señor se ha tenido que encerrar en su vvienda para que no se la okupen. Gaspar es un vecino del barrio de La Chana que tenía una segunda vivienda en la barriada de La Paz, en Almanjáyar. Hace siete años se la okuparon, causando todo tipo de destrozos y convirtiendo su segunda residencia en un punto de trapicheo de drogas.
Gaspar decidió confiar en la justicia y comenzó su calvario legal y consiguió recuperar su vivienda este miércoles 8 de octubre, siete años después. La Policía Nacional intervino en el desalojo. Según cuenta a GranadaDigital han sido años de lucha y tormento ya que “siempre salían absueltos. Siempre había un defecto de forma que hacía que me archivasen la causa”.
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Se encontró suciedad, azulejos arrancados, paredes con humedad y casi destruidas, sin ventanas, todo arrancado, hasta las puertas y los marcos de esas ventanas. Pero la alegría de recuperar la vivienda aunque sea en estas condiciones duró poco: “La Policía me advirtió de que si salía de mi vivienda me la iban a okupar de nuevo. No puedo salir de ella”.
Gaspar tiene que poner una alarma ya que las cerraduras no son suficientes para detener a los okupas. El problema es que la casa tiene un enganche de luz ilegal que hicieron los okupas y hasta que no se elimine no puede dar de alta el servicio de electricidad y por tanto no puede conectar una alarma.
Mientras, tiene que permanecer encerrado en la vivienda, recibiendo "amenazas de muerte" por parte de los okupas. “Tengo miedo de que me hagan algo”.