La confusión actual en la Iglesia, en todo el orbe católico, provoca que ningún momento mejor que éste para volver a los clásicos. Mismamente al bueno de San Juan Crisóstomo: "Los acontecimientos de esta vida son tristes y dolorosos pero los resultados son gozosos. El Espíritu lo quiere así". Palabras que servidor ha traducido con uno de mis lemas vitales. "De derrota en derrota hasta la victoria final". 

Sí, tengo para mi que esta es la descripción de la vida de cualquier católico y la mejor descripción de la Iglesia actual, perfectamente compatible con la importante virtud de la esperanza y con la ironía necesaria para acoger las bofetadas que recibimos. 

Por ejemplo, todo parece ir mal, cuando me sorprenden noticias que parecen salidas de los primeros tiempos de la Iglesia. La persecución arrecia pero algunos, no todos, responden con la valentía de los mártires. La crisis de vocaciones es exponencial pero resulta que determinadas congregaciones y movimientos dan ejemplo de santidad auténtica... 

A ver si va resultar que lo extraordinario se ha hecho ordinario y lo ordinario resulta extraordinariamente cotidiano, en un mundo enloquecido. Ojo, enloquecido, no por el relativismo del siglo XX -el relativismo pervierte, no enloquece- sino por la Blasfemia contra el Espíritu Santo -el bien convertido en mal y el mal convertido en bien- que es lo propio del siglo XXI, la suprema inversión de valores. En ese caldo de cultivo cunde lo mejor en medio de lo peor, como si los santos vivieran entre demonios.

Sí, de derrota en derrota hasta la victoria final... el Espíritu lo quiere así.