Las memorias de SM Juan Carlos I llevan por nombre Reconciliación, pero no creo que consigan su propósito. Un Rey no escribe memorias, deja que se las escriba la historia, y mucho menos para dar rienda suelta al resentimiento, el defecto más venenoso de todos. Un Rey se traga sus sapos en silencio.

Dicho esto: el comportamiento de Felipe VI ha resultado deleznable con su padre. Su temor a Pedro Sánchez resulta patético y el daño infligido a los españoles, patente. Las tragaderas de Felipe VI con el gobierno frentepopulista actual han alcanzado tal nivel que él mismo se ha puesto a la cabeza de la manifestación para asaetear a su antecesor en el cargo, siendo que Juan Carlos I podría presumir de ser el instrumento que trajo la democracia a España, cosa que no puede decir Felipe VI.

Los Reyes no deben escribir sus memorias y mucho menos como venganza. Un Rey se traga sus sapos en silencio. Dicho esto: el comportamiento de Felipe VI como hijo ha resultado deleznable. Su temor a Pedro Sánchez resulta patético y el daño infligido a los españoles, patente

A este paso, el Rey de España morirá en un país extraño, musulmán, porque el hijo se niega, no a que vuelva a España, que ya no puede impedirlo, sino a que vuelva a su casa, el Palacio de la Zarzuela, donde vivió. Pero como Sánchez se niega, el hijo le veta al padre la vuelta a su hogar. Y tiene derecho a ello. Es lo que se llama un mal hijo. Insistimos: el golfo nos ocupa el cobarde nos preocupa.

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Y si a las comparaciones históricas nos remitimos, el actual monarca sigue perdiendo en el parangón. Es el momento de recordar el genial ensayo de Jacinto Choza, titulado Elogio de los grandes sinvergüenzas, donde se pone de manifiesto la diferencia entre el rey pecador, Felipe VI y aquel otro que convirtió el pecado en norma: Enrique VIII de Inglaterra. El primero era un lascivo pero el segundo era algo peor: era un soberbio y un puritano peligroso. El primero era Juan Carlos I el segundo era Felipe VI. Puestos a escoger, me quedo con el lascivo.

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Acusaciones concretas de Reconciliación. Juan Carlos I le espeta a su sucesor: "Heredas un sistema que forjé yo; me puedes excluir por el lado personal, pero no mi herencia institucional". Cierto.

Más acusaciones: la extrema izquierda se ha hecho con el poder en España apoyada por los separatistas. Y el actual jefe del Estado no se ha atrevido a detener un guerracivilismo creciente y ya indisimulado. Cierto.

El lema de Felipe VI, el monarca puritano: Rey soberano será si hace nuestra voluntad, La de Sánchez

La Reina Letizia ha roto la Familia Real. Certísimo. Y además, esta Reina se ha hecho con un poder que no le corresponde, como reina consorte que es y que ejerce con una altanería lamentable.

Pero SM Juan Carlos I olvida algo: ya con él, no con su hijo, que tan sólo lo ha culminado, se inició el divorcio entre la monarquía española, la católica Monarquía española, y la Iglesia. Su abuelo, Alfonso XIII cometió muchos errores pero se negó a ceder ante la masonería y con ello se jugó la corona, que perdió.

Su nieto, Juan Carlos I, no dudó en firmar la abyecta ley del aborto de 1985, obra de Felipe González cuando inició su perdición, cobardía, cobardía que su hijo Felipe VI convertiría en una de las bellas artes. Ha asumido la vieja sentencia, esta vez orquestada por Pedro Sánchez: Rey soberano será, si hace nuestra voluntad.

Juan Carlos I se cabrea con su hijo Felipe VI. ¿Y te extraña? Y el peor presagio: ¿volverá la Princesa de Asturias, Leonor de Borbón, a la monarquía católica? Me extraña: educada como ha sido por un rey timorato y por una madre cristófoba, que consiguió que cursará el bachillerato en un colegio masón. Estamos en el camino más directo hacia la III República.