Decíamos ayer: si festejas Halloween, luego no te quejes. Además, esa estúpida fiesta anglosajona, de origen druídico, es decir, demoniaco, consite en una adoración de la muerte... y si de la muerte quitas la vida eterna, o sea, a Cristo, pues ya sabes lo que te queda: la muerte. Sólo la repugnante muerte.
Y encima todo este fondo adquiere forma de feísmo hortera: ¡porque cuidado que es hortera Halloween!, adultos, no sólo niños, intentando conjurar el miedo a la muerte.
Ahora bien, lo que no me podía esperar es que, ¡cómo no RTVE!, la tele pública intentara una normalización, como se dice ahora, más bien una santificación de Halloween, utilizando la peligrosa horterada mexicana de las mesa de los muertos y, por supuesto, intentando mostrar un Halloween inocente y producto de una cultura ancestral de lo más respetable.
Y si nunca fue negro, ¿por qué hay que blanquear Halloween?
No rebajemos expectativas. Se trata de un fiesta donde los espíritus impuros pueden entrar. Y si no entran, estaremos acostumbrando a los niños al feísmo, a la exaltación de lo feo, que no es moco de pavo.
Insisto: sin esperanza cristiana sólo hay muerte.
Y los obispos españoles... calladitos sobre Halloween.