La verdad es que suena muy rarote este brote de peste porcina en la islamizada Cataluña. Recuerden que nuestro querido Jordi Pujol, que más tarde se convirtiera en islamófobo, exigió, en plena transición que él no quería inmigrantes hispanos, que hablaban -¡qué horror!- español. Él prefería magrebíes o paquistaníes. Así, ha conseguido que en algunos barrios de Cataluña ya impere la ley islámica de hecho, o, lo que es peor, la impunidad islámica.
Y es que también suena extraño el origen del brote: ¿Un jabalí comió un bocadillo de cerdo contaminado tirado a un cubo de basura? ¿Un laboratorio de lucha contra la peste porcina tira a la basura cerdo con peste porcina? ¿Todo ello, insisto, en vísperas de Navidad?
Los islámicos están obligando, sí obligando, a que en las escuelas españolas nuestros niños no ofendan a los suyos comiendo carne de cerdo. Por tanto, según los derechos de esta pobre minoría estigmatizada, en los comedores escolares todos los niños, hijos de católicos, la mayoría, o hijos de musulmanes, la minoría, tomen comida... halal, que no haram.
Y como el cerdo no es halal, ¡qué tontos! si a los cristianos del cerdo nos gusta hasta los andares.
No digo que introducir la peste porcina africana en España haya sido una acción volitiva, pero la verdad es que todo suena muy raro y los criadores de cerdos son los que están ahora con el agua al cuello, también por esa otra variante pro-musulmana, de esta Europa idiotizada, según la cual a los agricultores europeos se les somete a todo tipo de medidas fitosanitarias -caras y exageradas- mientras importamos productos árabes sin ningún control sanitario en origen. A eso le llaman protección asimétrica de ciudadanos o, en vulgar paladino... ¡mira que somos giligaitas!
A todo esto, el cerdo está sometido a todos los controles el mundo, mientras el jabalí es un animal salvaje. Eso significa que la mentalidad tontiecologista, que aunque remite aún subsiste, adora el jabalí y brama contra los humanos esclavistas del pobre gorrino.
Pues bien, si la peste porcina se sustancia en el hecho de que el jabalí es un bicho que campa a sus anchas, incontrolable, controlémoslo a la fuerza, en granja o en finca. También el ibérico de bellota vive al aire libre pero controlado. Y el jabalí tiene aprovechamiento culinario y económico.
Esclavicemos al jabalí. Además, así dejará de hurgar en la basura y de ser un peligro cuando baja del monte a las ciudades.
Exijo ayuda pública para los nuevos criadores de jabalí... con medidas fitosanitarias de control, naturalmente.
Y si los musulmanes no quieren comer jabalí, que no lo coman: ya nos encargamos los católicos. La libertad es condición "sine qua non" para el cristiano.