Consejo de Ministros del viernes 17 de enero. Iba a ser el Consejo de los nombramientos de segunda fila, como el de la nueva directora general de la Guardia Civil, una de esas feministas que considera el cuerpo que va a dirigir de un machismo subidísimo.

O el de la secretaria de Estado de Energía, Sara Aagesen, cuyo currículo profesional se ciñe a la oficina del cambio climático, aunque nos la presentan (a veces resulta muy complejo elaborar una biografía) como experta en Energía.

No menos llamativo resulta el secretario de Estado para la memoria histórica, Fernando Martínez López, en cuyo CV figuran méritos tan impresionantes como su especialización en la persecución de la masonería por el franquismo en Andalucía, amén de contador de fosas ocultas del Franquismo, lo que sugiere neutralidad e imparcialidad en la Vicepresidencia sobre la memoria histórica de una tal Carmen Calvo.

O Rafael Pérez Ruiz, que pasa a ser el número dos de la Seguridad del Estado, con otro historial digno de biografía autorizada: la única experiencia en seguridad ciudadana que se le reconoce es ser amigo del ministro Marlaska, que es quien le ha nombrado y ahora ascendido.

Pero no. En la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros se estrenaba como portavoz del Ejecutivo María Jesús Montero y tocaba “pin parental”. Y ahí fue Troya.

Pin parental significa que los padres puedan vetar la educación afectivo-sexual, que significa eso que están ustedes pensando. Uno diría que parece una consecuencia obvia de la libertad de enseñanza que la constitución reconoce a los padres pero resulta que no. Lo explico en frases. Va la titular de Educación, Isabel Celaá y asegura lo siguiente: “No podemos pensar que los hijos pertenecen a los padres”. No, si te parece, te pertenecen a ti, Isabel. Han pasado una pocas horas y ya se están haciendo las delicias de las redes sociales.

Isabel Celaá entra en trance: “No podemos pensar que los hijos pertenecen a los padres”. No, si te parece, te pertenecen a ti

Y la podemita Irene Montero, llega a más (esta señora siempre llega a más): los padres que pretenden que no se enseñen guarrerías a sus hijos son unos “homófobos”.

En resumen, que según las señoras Celaá y Montero (Irene, no María Jesús) enseñar a un niño a masturbarse constituye un “derecho fundamental”. Es más, la podemita aseguró que formaba parte de la declaración de los derechos del niño y que negarse a que a tu hijo le enseñen en el colegio si es niño o niña atenta contra el Pacto Nacional contra la Violencia de Género. Como diría el componente de Martes y Trece, Millán Salcedo: ¡Prrrrrrrrrrrr! ¡Prrrrrrrrrrrr!

En las asignatura afectivo-sexual, hoy y ahora, en cada vez más colegios españoles, se enseña a niños menores a que duden de su sexo, a que se masturben, a que descubran otra experiencias sexuales y otras formas de sexualidad.

Pues bien, el Gobierno, ese mismo que acusa a la oposición de judicializar la política, ha decidido que llevará a los tribunales al Gobierno murciano por aceptar el pin parental que propone Vox y que no tiene otro objetivo que los padres elijan el tipo de educación que pretenden para sus hijos. Pero claro, si los hijos no son de los padres sino de la ministra Isabel Celaá... Y si salen feministas, entonces son de Irene Montero.

Ahora bien, todo esto no sería posible sin el lavado de cerebro que los medios afines están haciendo sobre lo políticamente correcto. Y así, en la rueda de prensa de Moncloa, se pudo ver al redactor de El País, Carlos Cué, pedir a las ministras presentes que fueran más allá, o sea, más bestias: ¡qué más se puede hacer! para… pervertir a la infancia, que es la verdadera especialidad del actual Gobierno.

La más sensata de las tres: María Jesús Montero no desbarra pero patina: "los ciudadanos de este país necesitan de la política porque ésta mejora sus vidas". ¿Seguro?

Por cierto, mucho más importante que el pin parental sería el cheque escolar. Pero si el pin parental es machista, el bono escolar será, por lo menos, fascista.

Eso siempre que logremos volver a que sobre los hijos deciden los padres, no doña Isabel Celaá.  

Por cierto, la más sensata de las tres ministras que salieron a escena hoy, la andaluza María Jesús Montero, no desbarra pero patina: “los ciudadanos de este país necesitan de la política porque ésta mejora sus vidas”. ¿Seguro?