La presentación del Plan Estratégico de Telefónica, por parte su presidente, Marc Murtra, se saldó ayer con un derrumbe bursátil superior al 13%. El miércoles, un día después, se suponía que podría rebotar, pero la cotización continuó bajando, camino de un 5%, mientras la compañía se gastaba el dinero en reducir la caída. En dos días, Telefónica había perdido 4.000 millones de euros de capitalización.
La sensación en Telefónica, ya no es de desánimo: es de caos. El plan estratégico, que puede resumirse en cinco líneas, no ha convencido a nadie. El vicepresidente Carlos Ocaña que, como ya hemos informado sueña con suceder a Marc Murtra, ha recibido su primera gran reprimenda de Moncloa, aunque instrumentalizada a través de la SEPI, que, no lo olvidemos, sigue siendo el propietario del 10% del capital en este proceso de nacionalización encubierta de una de las empresas más importantes de España.
Y es que Ocaña, el amigo de Sánchez y el hombre de Florentino Pérez, ha aprobado un plan en que nadie, salvo los 16 consejeros de la teleco, parecen creer. Ocaña ha olvidado que su voto le hace responsable de una situación lastimosa, con la empresa en la UCI y, lo que es peor, sin norte. A este paso, Ocaña no va a sustituir a Murtra en la Presidencia.
Él se apoya en que viene avisando, con sus famosos informes de los viernes (directos a Moncloa, con copia a ACS-Real Madrid), que ya presagiaban la situación pero, en ese caso, hay que votar 'no' al plan estratégico.
La primera lección de la situación calamitosa de Telefónica es que el Estado, o sea el Gobierno, o sea, los políticos, no saben gestionar empresas
En este momento, Telefónica no necesita grandes ideas: lo que necesita es alguna idea.
Pero lo grave no es que Murtra pierda el puesto o que Ocaña sea 'regañado'. Lo grave es el estado calamitoso en el que se encuentra una de las compañías más importantes -y estratégicas- de España. La primera lección es que el Estado, o sea el Gobierno, o sea, los políticos, no saben gestionar empresas.