La Autoridad Bancaria Europea (EBA) tiene un claro sesgo anglosajón -qué le vamos a hacer-, a pesar de estar presidida por el español José Manuel Campa, desde mayo de 2019. A los anglosajones no les gustan los presidentes ejecutivos, una figura muy extendida durante décadas en las entidades financieras españolas, pero en clara extinción actualmente. Nos hemos vuelto muy obedientes y no necesariamente para bien.

El caso es que ahora la EBA ha dado un paso más y quiere evitar que se repita lo de José Antonio Álvarez en el Santander y lo de María Dolores Dancausa en Bankinter. Esto es, que un consejero ejecutivo pase, de la noche a la mañana, a no ejecutivo. Álvarez pasó de CEO del Santander a vicepresidente no ejecutivo y Dancausa, de CEO a presidenta no ejecutiva de Bankinter.

El objetivo de la EBA es evitar que existan conflictos de intereses. En otras palabras, y siguiendo los casos anteriores, que Dancausa tenga que supervisar algo que hizo siendo consejera delegada.

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Todo esto nos lleva a la pregunta del millón: ¿son realmente independientes los consejeros independientes? ¿Se puede ser realmente independiente con una remuneración elevada, como sucede en el sector bancario español? ¿Y si la EBA recomendara dejar de pagar a los consejeros independientes? Los ejecutivos cobrarían por su actividad ejecutiva y los dominicales, el dividendo por su participación en la empresa.

Los independientes, nada. Bueno, tal vez los desplazamientos para asistir a los consejos de administración. De esta manera quedaría garantizada su independencia, porque no tendrían miedo de perder el sueldo. Luis Valls-Taberner lo hizo así en el Popular y destinó ese dinero a obra social.